La comunidad de Hermanas Vedrunas deja la ciudad de Jaén
17 octubre de 2016Después de 128 años, la Congregación de Hermanas Carmelitas de la Caridad (Vedrunas) dejan la ciudad de Jaén. El Sr. Obispo de Jaén, D. Amadeo Rodríguez, ha presidido en la Parroquia de San Miguel de Jaén (antiguo templo del Colegio de la Purísima) la celebración de la Eucaristía en la que se ha despedido de una manera oficial a esta comunidad de Hermanas Vedrunas de Jaén. Tras 128 años de presencia en la capital del Santo Reino, las Hermanas Vedrunas abandonan esta comunidad por falta de vocaciones que hagan posible el relevo.
En la celebración de la Misa estuvo presente la Hermana General de la Congregación, Hermanas del Consejo y de otras comunidades Vedrunas, así como otras religiosas de la ciudad de Jaén. También estuvo presente el director del colegio, el delegado de pastoral y todos los profesores del claustro de este Colegio de «La Purísima». Desde el Colegio han declarado: “todos los que pertenecemos a la familia Vedruna sentimos en estos días una fuerte emoción difícil de expresar con palabras. Se marchan las Hermanas después de haber llevado a cabo una gran labor de evangelización, de entrega, de servicio a los demás. Nunca se pensó que este momento llegaría, pero la vida nos plantea situaciones que hay que aceptar. Las Hermanas se van dejando un gran vacío, pero su carisma, su obra y su mensaje permanecerá siempre vigente en el centro y en nuestra ciudad. Estará presente en nuestros corazones y en nuestra vida diaria”.
La celebración de la Eucaristía estuvo concelebrada por D. Antonio Garrido de la Torre, Párroco de San Miguel y Capellán del Colegio, y otros sacerdotes vinculados a esta comunidad como D. José Luís Cejudo, D. Blas Pegalajar y D. Miguel Ángel Esnaola.
D. Amadeo, en su homilía, comentó que la diócesis de Jaén se empobrecía con la partida de esta congregación, que conocía bien de sus años de sacerdote en Badajoz y como obispo de Plasencia. Valoró muy positivamente la presencia de los religiosos dentro del ámbito de la educación y pidió que se tuviera muy presente en los colegios la pastoral vocacional. Dentro de la homilía también pidió un aplauso a las Hermanas como signo de agradecimiento durante todos estos años. Tras la comunión, el Párroco de San Miguel, D. Antonio Garrido, agradeció especialmente a las cuatro hermanas que forman la comunidad de Jaén su trabajo en la Parroquia y su entrega humilde a los demás. Son las Hermanas Juana, Catalina, Rosario y Cecilia. Y también tuvo palabras de gratitud para la Hermana María Escuder, que hasta hace unos meses formó parte de esta comunidad y fue durante muchos años directora del Colegio.
La Hermana General intervino a continuación para agradecer su presencia al Sr. Obispo y dar las gracias a toda la sociedad jienense por la acogida que siempre habían dado a las hermanas. La Eucaristía, que contó con los cánticos del coro del colegio, tuvo un momento emotivo con la presentación de las ofrendas y la lectura de algunas frases de las cartas de Santa Joaquina Vedruna, fundadora de esta Congregación.
La fundación en 1888 del Colegio de Jaén fue la última que realizó Madre Paula Delpuig, segunda Superiora General, un año antes de su muerte. Fue planeada por Isabel Sanmartín, hermana del conde de Corbull, y su director espiritual, D. Pedro Espinosa, Deán de Jaén. Ella veía en la congregación un gran bien para la capital y para la diócesis, que sólo contaba con un colegio dirigido por monjas de clausura. Tanto Sanmartín como Espinosa estaban apoyados por el Obispo D. Manuel María González.
El 15 de octubre de 1888 se inauguró el Colegio en el número 4 de la calle de Abades. Como la casa era pequeña, en 1894 se instaló el Colegio en la calle de la Merced, número 2, en una de las principales casas solariegas de la ciudad. En el año 1952, por la necesidad de ampliar el colegio, esta casa se vendió al Ayuntamiento y Diputación y el Colegio se trasladó al edificio actual, en la Calle Arquitecto Berges, número 12.
La sociedad jiennense se acostumbró a tener como referente en la educación integral de sus jóvenes a las Hermanas Carmelitas, mostrando su satisfacción por conocer de cerca la obra de Santa Joaquina. Esto se ha podido realizar, en más de un siglo, gracias a unas mujeres generosas que, desde muy temprana edad, escucharon la llamada de Dios y se pusieron a su servicio. Como Santa Joaquina Vedruna decía: “El buen Jesús nos llama sin cesar, ¿y nosotras nos haremos siempre las sordas? Procuremos tener nuestros corazones muy bien dispuestos: que nuestra voluntad sea toda para Jesús, todas nuestras potencias y sentidos sean para el Señor”.