Jornada de formación del clero y de los seglares sobre «La Parroquia, lugar de Comunión»
11 marzo de 2009Dentro del ciclo de ponencias de la formación permanente de los sacerdotes de Jaén, organizado por la delegación episcopal del clero, ha tenido lugar recientemente un encuentro de convivencia sacerdotal que se ha desarrollado en el seminario diocesano de Jaén. Según aparece en el plan diocesano de pastoral del obispado de Jaén, el presente curso debe aprovecharse para profundizar en la comunión eclesial. La parroquia es de por sí un ámbito ideal y necesario para crear comunión. Y este fue el tema que trató el profesor Jesús Sastre García, sacerdote, doctor en teología, filosofía y ciencias sociales y profesor del Instituto Superior de Pastoral de la Universidad Pontificia de Salamanca. Por la mañana impartió dos conferencias a los sacerdotes, que contaron con la presencia del Sr. Obispo, D. Ramón del Hoyo, y por la tarde tuvo también otro encuentro con los seglares, en donde abordó el tema de«la parroquia como lugar de comunión». El ponente también dio pistas y sugerencias para que las comunidades parroquiales sean más vivas.
Renovación
«Yo creo en la parroquia, la misión de la parroquia me parece insustituible y la parroquia del futuro necesariamente ha de hacer una renovación en profundidad», afirmó como punto de partida Jesús Sastre García. A modo de recorrido histórico, el autor afirmó que la parroquia nació en tiempos de evangelización del contexto rural, en el siglo IV, y surge «para adaptar la acción pastoral de la primitiva comunidad urbana a las zonas rurales recién evangelizadas». Sastre dijo que «desde sus comienzos se concibió la parroquia como Iglesia local en una comunidad extra muros, a cargo de un presbítero». Posteriormente analizó el papel de la parroquia desde la reforma carolingia hasta el concilio de Trento. Ya en los siglos XVIII y XIX la parroquia vive la influencia de los cambios sociales. Se empieza a ver la importancia de los laicos en la acción pastoral y la necesaria independencia de la Iglesia respecto de los poderes públicos. Antes del concilio Vaticano II hubo intentos de renovación parroquial, especialmente el llamado «movimiento litúrgico». Este ayudó a la parroquia a descubrir su origen «histórico y comunitario», a «valorar la Palabra de Dios» y a la «purificación de las devociones», agrega el autor. En el concilio Vaticano II se exhorta para que «florezca el sentido comunitario parroquial, sobre todo en la celebración común de la misa dominical». Según el ponente, la parroquia debe tener una participación viva de los laicos, debe apostar por los procesos de iniciación cristiana y debe permanecer fiel a lo que es su propia vocación: ser en el mundo el hogar de comunión de los creyentes, ser la casa abierta a todos.
Definición
La parroquia, desde le concilio Vaticano II, queda definida como «célula de la diócesis», como «comunidad de fieles que se reúne para la Eucaristía, da testimonio del Señor resucitado y evangeliza el entorno». En este sentido, la parroquia no se puede comprender como una sección administrativa de la diócesis o un apéndice para ofrecer servicios. «En la parroquia se dan los elementos fundamentales que constituyen la vida cristiana: Palabra de Dios, sacramentos, comunidad, ministerios y atención a los necesitados. Esto hace que la parroquia tenga vocación de globalidad», afirmó el profesor Sastre. Pero es necesario, según él, «que las parroquias se renueven, que salgan al encuentro de los que no vienen al templo».
La Iglesia más cercana
El sacerdote Jesús Sastre constató en sus ponencias que «en la práctica, la parroquia es la referencia eclesial más cercana y común para los creyentes». Para renovar la vida parroquial, el autor sugiere «no dar por supuesto que existe la parroquia», sino «crearla, con comunidades que cultivan la vida de fe, el compromiso social y la labor evangelizadora». «La parroquia-comunidad debe sentirse en estado de misión» y debe ayudar a «superar el divorcio actual entre la Iglesia y la sociedad». Para este profesor, la parroquia debe tener tres dimensiones fundamentales: misionera, evangelizadora y de iniciación cristiana. «No podemos prescindir de la parroquia: la solución está en su renovación, para la cual se necesita una "pedagogía de cambio"», concluyó el ponente.