IBROS. Campamento “Ntra. Sra. Del Rosario de Torrejón de Ardoz: ¡ESTO LLENA!

23 julio de 2012
El domingo quince terminamos la semana de campamento que tuvimos en Ibros. Todos volvíamos contentos por lo que habíamos vivido y una vez en Torrejón costaba que los chavales se despidieran y se marcharan, por hacer referencia al árbol de la tierra jienense, cada mochuelo a su olivo.
Campamento     Algunos de los que fueron habían estado en otros campamentos y nunca habían sentido lo que estaban sintiendo, y así lo decían. La clave está en la afirmación de uno de los catequistas que fueron y que yo creo que resumía muy bien todo lo que allí se estaba viviendo. Dijo ES QUE, ¡ESTO LLENA!
     Y es verdad. Porque lo propio del campamento que organizamos no es lo espectacular de los medios que llevamos, que solemos disfrazarnos con bolsas de basura y retales que se llevan de casa. No tenemos piraguas, ni tirolinas, ni montamos a caballo, ni actividades multiaventura.
     Los objetivos que nos proponemos parten de una revisión del trabajo realizado en el curso y de las necesidades que descubrimos en los niños, y por supuesto, siempre está de fondo el acercarnos más a Jesús y fortalecer los lazos como Iglesia. Y desde ahí organizamos todo pensando siempre en los niños y tratando de que se sientan protagonistas de la marcha del campamento.
     Este año hemos enmarcado los días de las colonias haciendo una máquina del tiempo: la prehistoria, Egipto, Grecia, Roma, Edad Media, años 60 y el futuro. Hemos ido enlazando el tiempo con distintos momentos de la Historia de la Salvación. El día de la prehistoria contemplamos la creación y agradecimos todos los regalos que tenemos. Vimos a Dios como Señor de lo creado y cómo ese Señor nos quiere y nos cuida. En el día de Egipto nos fijamos cómo el ser humano por orgullo y egoísmo rompe su relación con Dios y los hermanos. Esto trae consecuencias serias de esclavitud y muerte. Seguimos con el diálogo y la reconciliación, la necesidad de proclamar la buena noticia (Roma) la necesidad de la oración (Edad Media), vivir la fe en el mundo de hoy (años 60) y la mirada con esperanza a todo un futuro que está por escribir y del que nosotros somos protagonistas. El campamento no termina el quince de Julio sino que nos lanza hacia el futuro.
     Todo esto lo trabajamos con juegos, ginkanas, talleres, momentos de oración y de silencio, catequesis, excursiones… Y lo que en principio, quien lo ve desde fuera puede pensar que esto es un rollo y aburrido, cuando se vive, la experiencia es que ¡ESTO LLENA!
     En el fondo estamos hartos de diversiones que nos dejan vacíos. Cuando no se ha experimentado otra cosa, eso es lo que buscamos porque parece que nos alivia de la rutina y el hastío, pero cuando te ofrecen al Señor, el corazón se llena. Por eso, con humildad, en las actividades que hacemos siempre tratamos de llevar a Jesús con alegría y crear un ambiente de familia. Repetimos mil veces, porque nos lo creemos, que Dios nos quiere y que ha dado la vida por nosotros, sin hacer ascos de nadie. Y que lo hace porque nos quiere, no porque seamos los mejores (que evidentemente no lo somos). Nos gusta cuidar los detalles humanos y decir las cosas buenas que se hacen (las malas se dicen normalmente sin gran esfuerzo). Nos corregimos y tratamos de construir juntos. Nos cansamos, nos enfadamos, nos reconciliamos. Fregamos, barremos, recogemos las cosas del comedor, trabajamos juntos. Nos bañamos, nos reímos, celebramos… Y todo esto ha hecho que demos gracias un año más al Señor por el campamento que hemos vivido en Ibros y porque nos ha concedido el regalo de volver llenos y con ganas de seguir adelante.
Gracias de corazón de parte de todos los chavales y catequistas a Juan Antonio, Pepe, Serafín, Antonio y a todos los que nos han acogido en la casa de Ibros. Que Dios os bendiga y sigáis manteniendo esta buena obra.
Ángel.

TESTIMONIO DE UN CATEQUISTA
         Un año más, cogí mi saco de dormir, mi mochila y mi guitarra, y me encaminé al campamento parroquial. Este año nos dirigíamos a Ibros (Jaén), por lo que el calorcito y el sol los teníamos garantizados.
Todos los campamentos son especiales y bien que nos encargamos los monitores de que así sea, pero este para mí tenía un significado realmente especial, pues era el último (tras el verano me marcho a vivir al extranjero y no sé cuando volveré). Lejos de dejar que ese pensamiento triste me dejase incapacitado durante esos 8 días, decidí poner toda la carne en el asador, y darlo todo en las catequesis. 
¡Hay que ver cómo cambian las cosas cuando alguien hace las cosas sabiendo que va a ser la “última vez”! Parece que le pones más empeño, más ganas de que todo salga bien, y entonces vuelcas todo tu corazón, todo tu ser en ello. ¿Y si todo lo que hiciéramos fuera pensando que es esa última vez que lo llevamos a cabo? Vale, sí, por un lado acabaríamos derrotados y sin fuerzas; pero por el otro viviríamos con más intensidad. Imaginad un último abrazo, una última sonrisa, unas últimas lágrimas… ¿Por qué no poner ese mismo empeño y corazón también en las primeras, segundas, octavas o quincuagésimo cuartas veces?
Dios nos ha invitado este año a vivir y a amar intensamente; a permitirle entrar en nuestras vidas, a descubrir y sentir su amor, y a confesarnos una cosa: Que está loquito de amor por nosotros, y que nos quiere incondicionalmente de forma intensa seamos como seamos, con nuestros aciertos y nuestros fallos; cuando somos gente estupenda y cuando somos gente a la que cuesta querer; cuando reímos, cuando lloramos, en nuestros momento de silencio, y también en nuestras algarabías, cuando a los monitores nos cuesta que se preste atención. En todos esos momentos, Dios nos ama a cada uno de nosotros como si fuera la última vez que fuera a vernos o compartir algo con nosotros; de forma intensa, apasionada y dulce; hablándole a nuestro corazón de forma directa, o a nuestros oídos sirviéndose de nuestros sacerdotes y catequistas, y con un mensaje claro y directo: VIVE Y AMA.

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