Homilía de la Misa del Miércoles de Ceniza

10 febrero de 2016

Saludos…

1. Una nueva Cuaresma, en nuestras manos. Nueva oportunidad para revisar nuestra dirección en la vida.

Desde la Pascua anterior probablemente que nuestro hombre viejo ha seguido creciendo en nosotros, junto a otros momentos, porque tendemos más a desviarnos que a seguir por el recto camino.

Tenemos la experiencia de que las cosas bien hechas nos llenan de paz interior y hasta sentimos las bendiciones de Dios. Al contrario, cuando aflojamos y cedemos a idolatrías, que continuamente nos acechan, a la larga, nos llega el remordimiento y una especie de fracaso personal interior. Nos sentimos más pobres. Por eso, ¡qué bien nos viene a todos este tiempo anual! Cuarenta días para rectificar o remontar la atonía del camino de nuestra salvación que no es otro que el Evangelio de Jesucristo.

Se trata de una subida y no bajada, de amor con renuncias, amor sincero a Jesucristo y a los demás, crucificando nuestra propia voluntad en lo que cada uno sabe y necesita.

El sacramental de la imposición de la ceniza en nuestra cabeza, nos habla de todo esto. Es punto de partida sincero y personal, libre y deseado, que nos pone en camino hasta la cruz salvadora de Cristo en el Gólgota, por el camino del mandamiento del amor cristiano del Jueves Santo.

2. En una reciente Carta que he escrito a todos los diocesanos bajo el título “en el umbral de la cuaresma”, les recuerdo lo que seguramente conocen casi todos los que me escuchan: El interés del Santo Padre, el Papa Francisco, porque esta Cuaresma la vivamos con mayor intensidad que nunca, como momento fuerte para celebrar y experimentar la misericordia de Dios. Hemos de intentar, con ilusión renovada cada uno, redescubrir, nos dice también, el rostro misericordioso de Dios Padre, sobre todo a través de las páginas de la Sagrada Escritura. Acercarnos a la Sagrada Biblia, a los Evangelios, para descubrir en las palabras, en los gestos, en la vida de Jesús de Nazaret, ese rostro misericordioso de Dios, porque como le dijo al Apóstol San Andrés “quien me ha visto a mí, ha visto al Padre”.

En el Mensaje cuaresmal del Papa, dirigido a toda la Iglesia, nos pone esta frase en el umbral de la Cuaresma: la hacemos nuestra: “Misericordia quiero y no sacrificio” (Mt 9,13) y nos invita a la práctica de las obras de misericordia corporales y espirituales.

3. Son las respuestas concretas que nos propone el Papa a las palabras que hemos escuchado del profeta Joel (Jl 2, 12-18), “Convertíos a mí de todo corazón: Rasgaos los corazones, no las vestiduras; convertíos al Señor Dios nuestro”.

La ceniza que se nos impone esta tarde-noche es un signo por el que estamos reconociendo que deseamos con sinceridad interior convertirnos al Señor y creer, y vivir el Evangelio de Jesucristo.

4. En la lectura del evangelista san Mateo (Mt 6,1-6. 16-18) nos habla de oración, ayuno y limosna, pero no como prácticas externas. Se trata de un ayuno interior para abrirnos a los demás y ayudar al pobre o necesitado, a los miembros de nuestra familia, de nuestra comunidad o grupo en el que se desenvuelve nuestra vida. Ayuno para relativizar muchas cosas, para reconocer y agradecer los dones del Señor y compartir, en cuanto podamos, “hasta que nos duela”, algo con los demás.

Pero todo esto arranca y nace en la fuente de la oración sincera y humilde, desde nuestra intimidad con Cristo. Es escuchándole a Él, donde se nos abre el corazón. Para esto hemos de programarnos. ¿Cuándo?, ¿dónde?, ¿cuánto tiempo? Oración, ayuno, limosna.

5. Finalmente el Apóstol san Pablo, con las palabras de su segunda carta a los cristianos de Corinto (2 Cor 5, 20-6,2), nos exhorta a reconciliarnos con Dios, porque ahora es el tiempo favorable.

¡Cómo nos insiste también el Santo Padre, en su Bula jubilar, que pongamos en el centro de nuestro encuentro personal con Dios, el Sacramento de la Reconciliación, una buena confesión, para experimentar en carne propia la grandeza de la misericordia divina! ¡Cómo nos dice a los sacerdotes, también que seamos los primeros penitentes en busca del perdón, para luego ser signos concretos de continuidad del amor divino, que perdura y salva, y que por su benevolencia ha puesto en nuestras manos! Somos servidores, nos dice a los sacerdotes, del perdón de Dios, no dueños del Sacramento (MV 17).

6. Para terminar. A continuación de esta Celebración tendremos el Viacrucis acostumbrado desde la Catedral hasta la Iglesia de San Ildefonso. ¿Seremos capaces de que sea verdadera oración-reflexión, meditación? El año anterior desde luego no fue un ejemplo de ello y sí podemos entre todos crear ese clima propicio para seguir a Jesús en sus pasos hasta la Cruz. Es para eso el Vía Crucis.

Otra oportunidad, como muchos conocen, nos ofrece también el Papa Francisco: son las 24 horas para el Señor, en comunión con millones de cristianos de todo el mundo. Serán los días 4 y 5 de marzo, viernes y sábado. Aquí en Jaén, lo serán en la Catedral y conventos de clausura. Tomemos buena nota.

7. Pedimos al Señor comenzar la Cuaresma con el deseo sincero de seguir muy de cerca a Jesús durante estos cuarenta días, modelando nuestras vidas junto a la suya, preparando una buena confesión para experimentar la misericordia de Dios, su paz y alegría interior, y no cerrar nuestras manos al necesitado. Pongamos en acto alguna o algunas de las obras de misericordia. Que así sea.

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