Eucaristía por el centenario de las de las Madres de los Desamparados y San José de la Montaña de Torredonjimeno
19 diciembre de 2016La Parroquia de San Pedro Apóstol de Torredonjimeno acogía el pasado viernes, 16 de diciembre, la Eucaristía conmemorativa del centenario de las de las Madres de los Desamparados y San José de la Montaña de la localidad.
Dicha Eucaristía, que comenzaba pasadas las 18.30 horas, estuvo presidida por el Sr. Obispo, Don Amadeo Rodríguez Magro. Asimismo, estuvo concelebrada por el Vicario de Comunión y Coordinación y párroco de San Pedro de Torredonjimeno, D. Andrés López Ángeles; el párroco de Santa María de Torredonjimeno, D. Enrique Cabezudo Melero, el Adscrito a las dos parroquias, D. Cosme Sánchez López; el Capellán de MM. de los Desamparados y San José de la Montaña, D. Antonio Montijano Pérez; el Rector del Seminario, D. Juan Francisco Ortiz González; el párroco de San Juan de la Cruz de Jaén, D. Francisco de la Torre Tirado; y el Dominico y párroco de San Juan Bautista de Navas de San Juan, D. Pedro Miguel Román Sánchez.
Estuvieron presentes, además, las Madres de los Desamparados y San José de la Montaña de Torredonjimeno y la Madre General; profesores, padres y alumnos del colegio; ancianos, familiares y personal de la residencia; otras religiosas del Arciprestazgo; así como un numeroso número de fieles.
Durante su homilía el Obispo quiso recordar que “hoy le estamos dando gracias al Señor por los favores recibidos, de un modo muy especial, a través de esta congregación. El Señor quiso que hace 100 años se implantara aquí entre nosotros y que haya ido dejando tanto amor, tanto servicio, tanta dedicación y tanta entrega a los demás”.
“Hoy estamos evocando la acción de estas santas mujeres que han dedicado su vida al amor y a la gloria de Dios, al servicio del ser humano, de los más pobres, de los más débiles, de los mayores, de los niños, de la educación, etc. Pero también hoy es un día para evocar la calidez de nuestra fe, y es que todos los cristianos somos la mano tendida de Dios que abraza el mundo, porque todos somos activos y tenemos que serlo en ese amor de Dios. Y también tenemos que descubrir nuestra responsabilidad en ser miembros de una Iglesia que da un verdadero rostro y una verdadera imagen del amor y el servicio de Cristo a todos los demás”, continuaba Don Amadeo.
“A través de estas queridas hermanas, de su obra, de estos 100 años de servicio, del pasado, del presente y del futuro que deseamos e inauguramos, damos también gracias al Señor y le pedimos que abra el corazón de los jóvenes y suscite vocaciones para vosotras y para toda la Iglesia. Le damos gracias también al Señor y le pedimos que nos ayude a mostrar el rostro bendito del amor misericordioso de Dios en nuestra sociedad y, en este caso, de un modo muy especial, hacia los niños, los jóvenes, los mayores y a todos los hombres y mujeres”.
Monseñor Rodríguez Magro quiso acabar sus palabras deseando una “Feliz y Santa Navidad a todos”.
Por su parte la Madre Superiora quiso agradecer la presencia del Obispo, de la Madre General y de todos los presentes “por el cariño, la ayuda y la protección recibida”.
“Hoy nos toca a nosotras gozar y ver como la semilla plantada y regada durante tantos años ha producido y sigue produciendo frutos. Ha sido un trabajo callado, silencioso y anegado de tantas religiosas que dieron su vida y supieron ganarse el corazón de los tosirianos. Y, cómo no, ha sido, y sigue siendo, el trabajo de tantos seglares que codo a codo e identificándose con nuestro carisma trabajan con nosotras en la edificación del Reino de Dios entre los niños, jóvenes y ancianos”, continuaba.
Igualmente, agradeció la confianza depositada por los padres y familiares de niños y ancianos, y la disponibilidad y el apoyo de los párrocos y capellanes. Agradeció, además, “a los niños, jóvenes y ancianos por ser la razón de nuestra misión”. Y quiso pedirle a Dios “que nos siga iluminando para ser, como dice el Evangelio de hoy, lámparas que arden y brillan en este mundo tan complejo y lleno de oscuridades”. “Gracias a Dios por todo y por siempre”, finalizaba.
La Eucaristía culminaba con la veneración de la reliquia de Madre Petra.