Este domingo, Jornada de la Infancia Misionera: «Luz para el mundo»
14 enero de 2022Infancia Misionera es una Obra del Papa que promueve la ayuda recíproca entre los niños del mundo. Infancia Misionera promueve actividades misioneras en colegios y catequesis con las que educar a los niños en la fe y la solidaridad con la misión. También invita a los niños a colaborar personalmente con sus ahorros para los niños de las misiones. Los niños ayudan a los niños.
Porque los niños son capaces de Dios, y lo son desde su más temprana edad. Desde esta capacidad de conocer y encontrar a Dios en sus vidas, nace otra capacidad intrínseca: los niños son capaces de la misión. Despertar el sentido misionero en los niños es primordial, ya que, desde que recibimos el bautismo, todos somos misioneros. La misión hace que crezca en los niños un espíritu de amor al prójimo, de generosidad, solidaridad y entrega que les acompañará para toda la vida.
La Infancia Misionera contribuyó con más de 19 millones de euros a los niños del mundo en 2018. Se llevaron a cabo 2.943 proyectos agrupados en tres grandes campos de acción.
¿QUÉ DICEN LOS NIÑOS?
“Me llamo Ndigyanouba Marina. Fui bautizada el 31 de marzo de 2018 en la parroquia de la Catedral de Sarh. Mi vida ha cambiado desde que recibí el bautismo. Antes de ser bautizada, provocaba mucho a mis amigos y a mis amigas; los insultaba, los golpeaba y les hacía todo lo que no le gusta a Dios. Ahora que el Espíritu Santo ha entrado en mi vida, me he dado cuenta de que todo lo que hacía antes no estaba bien.
En el colegio Saint Charles Lwanga estoy muy contenta, porque cada vez que vamos al retiro, el P. Corti nos enseña la Palabra de Dios. Me siento muy feliz cuando escucho esta Palabra. Estoy feliz de poder contar todo esto”.
Ndigyanouba Marina, Chad
CON JESÚS A JERUSALÉN, ¡LUZ PARA EL MUNDO!
“Con Jesús a Jerusalén”. Nazaret era el pueblo tranquilo; Jerusalén, la gran ciudad que albergaba el templo, al que acudían judíos llegados de todas partes para dar culto a Dios. Allí fue también la Sagrada Familia para presentar a Jesús, al poco de nacer, y allí volvía cada año para la fiesta de la Pascua. A los doce años, Jesús se quedó solo, entre los maestros del templo, sin que sus padres lo supieran. Las primeras palabras que conocemos de su boca —justo entonces— hablan de ocuparse de las cosas de su Padre, y así lo haría hasta el final, entregándose en la cruz por todos, precisamente en Jerusalén.
“¡Luz para el mundo!”. Cuando sus padres presentaron al Niño en el templo, siendo apenas un bebé, Simeón lo reconoció como “luz para alumbrar a las naciones”. Lleno de Espíritu Santo, aquel anciano fue capaz de percibir la presencia del Mesías. También los misioneros, llenos de Dios por la oración, llevan al mundo la luz de Jesús, que ilumina la vida de las personas y los pueblos. Nosotros, como ellos, estamos llamados a hacer brillar ante todos la luz de Cristo.