El Obispo preside la solemnidad de la Inmaculada en la Catedral de Jaén
10 diciembre de 2019Cientos de jiennenses se dieron cita en la Catedral de Jaén para participar en la solemne Eucaristía, presidida por el Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro con motivo de la Inmaculada Concepción de María.
La celebración dio comienzo con la procesión claustral de la imagen de la Inmaculada de Pedro Duque del siglo XVIII, porteada por miembros de la Cofradía de la Buena Muerte.
La Eucaristía estuvo concelebrada por un numeroso grupo de sacerdotes diocesanos y miembros del Cabildo Catedral. La capilla musical la interpretó La Schola Gregoriana del Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma, dirigida por Franz Karl Prassl.
Miembros de la Junta de Gobierno de la Cofradía de la Buena Muerte participaron en las lecturas. El Evangelio lo proclamó el diácono, Francisco Javier Cova.
Homilía
El Obispo inició su prédica recordando que todos los hombres nacemos bajo el signo del pecado, a la vez que indicó, que necesitamos del bautismo para ser purificados del pecado original. Pero, «la Virgen María fue concebida digna de pecado, ‘Purísima debía de ser aquella que fuera la Madre del Redentor’. La Inmaculada Concepción de María es un dogma de fe de la Iglesia, recogido del sentido cristiano más profundo del pueblo santo de Dios».
Don Amadeo expresó que «era un día muy hermoso para mirar al Creador– justamente en estos días en el que se celebra la Cumbre del Clima- , porque de alguna manera está en peligro nuestra propia supervivencia y está en peligro la belleza y la verdad de la creación del mismo Dios. En este día de la Inmaculada es un día especial para evocar toda la belleza de la creación de Dios en favor del hombre, para que cada uno descubramos que hemos salido de las manos de Dios».
El Prelado jiennense exhortó a los fieles para que «miraran a María y en ella contemplemos el ideal de nuestra propia vida. El ideal no está en la búsqueda de ideales pequeños que luchamos en alcanzar en nuestra propia vida, el ideal de nuestra propia existencia es lograr la vida de Dios, gozar de Dios eternamente». Y prosiguió, la Virgen es modelo también de cómo se vive, santos e irreprochables ante Dios por el amor, en el día a día de nuestra vida.
Para concluir, el Obispo animó a los presentes a alabar a la Madre del Redentor, a la Purísima y añadió, «mirémosla para que nos dé una mirada limpia, un corazón limpio y transparente para que trabajemos, en medio de nuestra sociedad, por un mundo de Dios. Por un mundo que tenga los deseos de Dios».
Antes de bendecir, de forma solemne, al pueblo fiel congregado, el Obispo quiso agradecer a los miembros La Schola Gregoriana del Pontificio Instituto de Música Sacra de Roma su brillante interpretación musical durante la Eucaristía. Y les dijo que probablemente, después de San Pedro del Vaticano, no habría cantado en un Templo tan bello como el de Vandelvira.
Galería Fotográfica: «Solemnidad de la Inmaculada Concepción»