Publicado un interesante estudio sobre Alfonso Pecha, Obispo de Jaén en el siglo XIV
15 mayo de 2013 El investigador y catedrático de filología clásica Juan Moreno Uclés ha publicado un magnífico estudio sobre del Obispo dimisionario de Jaén, don Alfonso Pecha. Este libro, publicado por Ediciones Blanca, profundiza en la biografía y la obra del Obispo don Alfonso Pecha.
Este prelado jienense siempre ha llamado la atención, produciendo un hálito de simpatía y admiración, a pesar de la lejanía en el tiempo y estar carentes de documentación explícita. El hecho de ser preconizado obispo de Jaén con 29 años, la dilación de la toma de posesión hasta cumplir la edad canónica, su humilde aceptación de auxiliar del obispo don Andrés, nombrado por el Cabildo, ya son suficientes indicios de un espíritu escogido. Un solo año de Episcopado “de facto” fue suficiente para hacer historia en la diócesis, con el Sínodo Diocesano de 1368, donde se estructuraron los Estatutos Capitulares. No se conservan las Constituciones del Cabildo. La etapa de vivencia episcopal en la diócesis de Jaén está marcada por el sentido de Reforma que lleva a cabo el Sínodo Diocesano.
La sorprendente renuncia a un prometedor y pingüe Obispado de Jaén, en plena juventud, y, posteriormente, la renuncia de la valiosa y múltiple herencia paterna de sus nobles padres, en pro de la Orden de san Jerónimo, el cambio brusco de estilo de vida, viviendo con los eremitas jerónimos en Orusco de Tajuña (Madrid) y la posterior dedicación exclusiva al servicio de la Iglesia en la figura de sus Pontífices, atrae la simpatía de personas espirituales. En edad madura, su recogida vida eremítica, dedicada al estudio y meditación de la Sagrada Escritura, en el Monasterio de Quarto, en Génova, hasta su santa muerte, indica cualidades de un alma sincera, defensora de un ideal cristiano y católico en pleno siglo XIV.
Todos sus escritos llevan la misma impronta: la defensa de la unidad eclesiástica con la Sede Pontificia en Roma, – pues le tocó vivir la etapa del destierro Pontificio en Avignon y el consiguiente Cisma de Occidente-, y la Reforma espiritual de las personas dedicadas al servicio de la Iglesia. Gran conocedor de la Biblia y la Patrística, así como igualmente gran admirador de la cultura grecolatina.
El período de madurez lo dedicó al servicio del Papa y la defensa a ultranza de la legitimidad en la elección del Papa Urbano VI ante políticos, Reyes y la función de dirigente de los “espirituales romanos”, los “amici Dei” de Roma y la Toscana. Digno de admiración es el hondo sentido de hombre de Iglesia, preocupado por la Reforma de la Curia Pontificia, del Clero en general, y del sentimiento religioso de la sociedad que le correspondió vivir, tal como trasmiten todos sus escritos.
Su obra literaria, toda ella en latín medieval, surgió como consecuencia de circunstancias vivenciales en Roma; como confesor y re-elaborador de las revelaciones de Sta. Brígida de Suecia, se dedicó a propagar la obra Revelaciones Celestes de la santa en pro de su canonización, y a demostrar su autenticidad divina. Al reconocer la santidad de Brígida, la Iglesia admitió la autenticidad sincera de su experiencia interior. Así pues, nos presenta a santa Brígida como un testigo ejemplar del carisma vivido con plena docilidad al Espíritu de Dios y en total conformidad con las exigencias de la comunión eclesial. Línea de acción por la que lucharon juntos Sta. Brígida y don Alfonso Pecha, en mutua admiración espiritual.