Bendición de una nueva Cruz en el macizo de Sierra Mágina
10 noviembre de 2009Hace algo más de cuarenta años, un nutrido grupo de jóvenes y menos jóvenes, miembros la mayoría, del recientemente fundado "CLUB MONTAÑEROS DE JAEN, tuvo la idea de programar entre sus actividades, ascender a ésta majestuosa "PEÑA DE JAEN", proa e insignia del "MACIZO DE MAGINA", para colocar en su cúspide, una sólida cruz metálica, que sustituyera, a la modesta y tosca de madera que años antes, algunos todavía casi niños, habíamos subido.
Queríamos que pudiera perpetuarse en el mayor tiempo posible, como símbolo de nuestras creencias y en aras de un modo de vida cimentado en la roca de la renuncia y del sacrificio, actitudes tan necesarias en la práctica de cualquier deporte, pero de modo especial cuando nos referimos al montañismo, donde según lugares y épocas en que se realiza, supone asumir riesgos, incertidumbres, esfuerzos al límite, que se compensan sobradamente, ya en el intento por la consecución o por el logro de la meta que nos marcamos. Tales son las formidables atalayas naturales, los picos, los escenarios incomparables y sin par, escasa veces hoyados por el hombre y donde se curten los cuerpos y se sacian los espíritus y las mentes.
No anduvimos equivocados, cuando desde el principio, elegimos éste lugar. Por algo será que muchísimos montañeros han pisado ésta cima, cuando vienen a concluir en ella sus ascensiones, sus escaladas, o constituye obligado itinerario de sus travesías. En todas las condiciones, con sol o viento, nevadas o ventiscas, nieblas o calmas, y a veces en días tan limpios o diáfanos cómo el de hoy, en el que se nos permite contemplar dilatados valles, lejanas mesetas, cadenas de montañas que se extienden en todas las latitudes. Sierra de las Villas, Segura, Cazorla y el Pozo. Míticos tres miles de Sierra Nevada y al Suroeste Sierra de Almijara, Sierra de las Nieves, Serranía de Priego y Sierra Sur, con nuestro querido Jabalcuz. Renombradas ciudades al norte y por doquier, pueblos, aldeas, caseríos asentados en el valle o recostados en las laderas.
Esto es lo que han contemplado en el transcurso de los años, cientos y cientos de ojos, desde el balcón singular de la "PEÑA DE JAEN", a 2157 metros, donde permanecía la vieja cruz, que entusiasmados y contentos transportamos a hombros y hasta aquí, desde el paraje del Castillejo, un ya lejano mayo, entonces invadido de verdes, por caminos arropados en las sombras de los bosques, ahora con los encinares salpicados por oros otoñales de nogueras y quejigos que trepan hasta Prados, el Cortijillo y las planicies que otean los Puertos de Albanchez y Bedmar, donde ya casi se adivina la Fuente del Espino y el Caño del Aguadero.
Cabe imaginar que montañeros y cruz se hablaban sin palabras y que en el silencio y grandeza de éstas soledades se comprendían y quizás hasta mutuamente se añoraban, soñando con reencontrarse en sitio tan único y majestuoso, desde el que nosotros tampoco podemos dejar de recordar con emoción e inmenso cariño, a quienes nos acompañaron aquél primero de mayo y en otras muchas primaveras y veranos, otoños e inviernos, por intricados vericuetos que nos conducían a las cumbres y que se marcharon sin retorno y para siempre, por la inescrutable senda que conduce a las cimas definitivas de la luz y de la paz, desde donde nos miran y no ven, al igual que nosotros, su querida cruz, la que sobrevivió a rigores extremos y era inequívoca referencia de montañeros y hasta tal vez, callado testigo de recogimientos y oraciones.
Una acción torpe, necia e irrespetuosa, quién sabe si deliberadamente premeditada, pero en nada acorde con los comportamientos que se le suponen a un montañero, hace tiempo que la cruz desapareció, dejando en cierto modo cómo huérfana y vacía, ésta "PENA DE JAEN".
Unos pocos componentes de aquél primitivo núcleo que la aupó, lógicamente menguados en sus capacidades físicas, pero rebosantes de ilusión y plenos de voluntad, los amigos que han querido acompañarnos, nuestros hijos, nuestros nietos y cuantos se han sentido identificados con la idea y el sentido de esta ceremonia sencilla pero llena de profundo sentido religioso y cristiano,hemos venido hoy aquí a restituirla y anclarla donde permaneció tantos años, con la confianza y en la certeza de que siga estando, primero cómo testimonio de fé y después cómo símbolo de esperanza plena en valores basados en la concordia, en la tolerancia, en el respeto y en el amor.
Que no se mancillen las montañas. Aprendamos de sus erguidas, desafiantes e inmaculadas moles y no se esfume de nosotros, el recuerdo y la memoria de los amigos montañeros hoy ausentes que tanto las amaban. Que nunca perdamos, ni nadie jamás nos usurpe, la admiración que nos invade al contemplarlas y las sublimes lecciones que nos transmiten al recorrerlas.
José Uceda Chamorro. Club “Montañeros de Jaén”. Grupo “Amigos de la Montaña”