Testimonio del misionero jiennense, Luis Fernando Criado, sobre el terremoto de Ecuador
20 abril de 2016Mi nombre es Luis Fernando. Soy sacerdote diocesano de Jaén y desarrollo mi labor en Ecuador, desde hace algunos años, como párroco al norte de la provincia de Esmeraldas, zona colindante con Colombia. Es una zona marginada y empobrecida de habitantes, en su mayoría afrodescendientes, que en gran parte viven bajo el umbral de la pobreza.
El sábado pasado, dieciséis de abril, momentos antes de iniciar la celebración de la misa en la comunidad de Lagarto, sufrimos un fuerte terremoto que nos dejó a oscuras y nos sacó de la iglesia a todos mientras la tierra seguía temblando y temblando. Pasado el susto regresamos al templo y, a la luz de las velas, celebramos la acción de gracias al Señor, entre otras cosas, porque estábamos vivos. Después fue una noche larga y oscura en la que fuimos enterándonos de las consecuencias del terrible temblor.
El sur de la provincia de Esmeraldas y sobre todo la provincia de Manabí, más al sur, había sido golpeada por el movimiento telúrico y había numerosas víctimas mortales y más aún heridos y personas que lo habían perdido todo. Manabí es una tierra muy querida para mi pues allí hemos pasados muchos años un grupo de sacerdotes de Jaén en su Seminario diocesano.
Numerosas poblaciones como Portoviejo, Manta, Canoa, Pedernales, etc. han sido muy destruidas y los cadáveres se cuentan ya por centenares. Hoy día, pasadas apenas cuarenta y ocho horas, el país está movilizado y la solidaridad no se ha hecho esperar. Voluntarios de todas partes se han movilizado y recogiendo agua, mantas y víveres no perecederos.
Estas comunidades asoladas necesitan nuestro apoyo desde las necesidades más básicas hasta nuestra oración, pidiendo al Señor de la vida que les dé la fortaleza para afrontar con serenidad el desastre, que su fe no decaiga y sepan levantarse con ánimo para seguir adelante.
Jesús nos enseña que el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra. Él las ha convertido en causa de salvación. Cristo ha vencido.
En esta pascua de resurrección oremos por nuestros hermanos difuntos y por los que han quedado sufriendo la pérdida de sus seres más queridos, que la fe nos conforte y nos motive a luchar y entregarnos más en estos duros momentos.
Fuente: Given Faith