El presbiterio diocesano renueva las promesas en una Misa Crismal ante la presencia de tres obispos

26 marzo de 2024

Como cada Martes Santo, las campanas de la Catedral repicaban desde las 10 y media de la mañana para anunciar la celebración de la Misa Crismal. La que reúne a todo el presbiterio diocesano para renovar sus promesas sacerdotales y en la que son bendecidos los santos óleos y el crisma que se usarán para los sacramentos para todo el año.

Más de un centenar de presbíteros, junto a los diáconos y seminaristas llegaban a la Catedral para celebrar junto al Obispo de Jaén esta solemne celebración eucarística que expresa de manera la comunión afectiva y efectiva de cara a un mejor servicio ministerial, desde la unidad eclesial, que encarna el Obispo Don Sebastián.

Del mismo modo, los dos obispos eméritos, Don Ramón del Hoyo y Don Amadeo Rodríguez Magro, han querido unirse a la Misa Crismal. Así también, junto al Vicario y Provicario General, se han hecho presentes los miembros del Consejo de Gobierno, el Deán y los canónigos, así como el Prelado de honor de Su Santidad, el sacerdote diocesano, D. Fernando Chica Arellano, que en la actualidad es observador permanente de la Santa Sede de FAO, PMA y FIDA.

Como en años anteriores, ha sido la cooperativa Santa Ana-San Isidro de Torredelcampo, quien ha donado sesenta litros de aceite de oliva virgen extra a la Diócesis de Jaén para su bendición y consagración en esta celebración. Una donación de la que hacía entrega, Lola Ramírez Albín al Provicario General, D. José Antonio Sánchez Ortiz, el pasado 18 de marzo.

Homilía

El Obispo de Jaén ha comenzado su predicación saludando a sus predecesores, Don Ramón y Don Amadeo y recordando la Última Cena: “Siempre resulta emocionante esta celebración que nos introduce entrañablemente en la Última Cena, donde contemplamos a Jesús, con la idea inevitable de su muerte inminente. Es el momento de la revelación máxima del amor de Jesús, manifestado en su muerte prevista y aceptada serenamente, en el amor y en la obediencia, en la fidelidad y en la entrega. En el amor y la entrega de Jesús se manifiesta y se desborda el amor de Dios como realidad absoluta y definitiva.  El amor de Dios, en Cristo y por Cristo, se nos acerca, se constituye fuente de perdón y de vida, de justificación, de fraternidad y de salvación para todos nosotros”. A la vez que señalaba la vocación sacerdotal en la Eucarística: “En la Eucaristía está en germen toda nuestra espiritualidad y toda nuestra pastoral. La espiritualidad de la vida sacerdotal consiste en poner nuestra vida entera al servicio de la misión de Jesús, con humildad, autenticidad y diligencia”. En este sentido, y dirigiéndose de manera particular a sus sacerdotes los ha exhortado: “Por eso, hermanos, nosotros debemos tener un auténtico empeño en vivir la Eucaristía, porque es lo esencia de nuestro día a día.  Fundamentalmente para eso nos ordenamos, para ser ministros de la Eucaristía. Todo lo demás, la predicación, la visita a los enfermos, la catequesis, las clases, la oración litúrgica…, todo ello no se entiende sin la Eucaristía. No estoy diciendo que todo lo demás sea secundario, sino que hay que entenderlo en función de la Eucaristía.

Monseñor Chico Martínez ha animado a su presbiterio en avivar su vocación como don para la Iglesia a pesar de las dificultades en el camino diario: “Queridos hermanos sacerdotes, las dificultades que encontramos hoy en nuestro ministerio nos están pidiendo a gritos que nos centremos cada vez más claramente en lo que es esencial y lo hagamos con toda la autenticidad de que seamos capaces: tener la Eucaristía como el centro de nuestra vida, unidos íntimamente a Cristo, viviendo la fraternidad como el bastón que da firmeza a nuestro andar”. 

Para concluir su homilía ha interpelado al pueblo fiel para rezar por los sacerdotes: “¡Rogad por nosotros, ayudadnos con vuestra oración, con vuestra comprensión y afecto! No somos más que nadie. Somos débiles y pecadores como cualquiera de vosotros. Pero, con la gran responsabilidad de ser testigos fehacientes de santidad. Os pedimos perdón por nuestras deficiencias, por nuestras rutinas y desalientos, por nuestros personalismos y divisiones, por nuestras infidelidades de todas clases”.

Al finalizar las palabras de Don Sebastián, el presbiterio diocesano en comunión con el Obispo, ha renovado sus promesas sacerdotales. Después, los seminaristas junto a dos de los diáconos permanentes, han presentado ante el Pastor diocesano las tinajas con el aceite para ser consagrado: el de los enfermos, el de los catecúmenos y el santo crisma. El Prelado ha vertido en el aceite esencias y perfumes para, después, insuflar su aliento sobre ellos y de este modo consagrarlos ante todo el pueblo fiel congregado como testigo de este rito. Los dos obispos eméritos han hecho lo propio con el santo crisma.

Durante la plegaria eucarística se ha recordado a los sacerdotes difuntos desde la última Misa Crismal. D. Eduardo Navío Sánchez; D. Antonio Ruiz; D. Manuel Jiménez Cobo; D. Manuel Ruiz Carrero; D. Pedro Quero Juárez; D. Luis María Juárez Montilla; D. Juan José Juárez Casado; D. Francisco de la Torre Tirado y D. Manuel Bueno Ortega.

La Eucaristía, en la que han participado también un numeroso grupo de fieles, así como religiosas y consagradas, ha concluido con la bendición, impartidas por los tres obispos y el anuncio de los destinos de las siguientes visitas pastorales, Cazorla y Úbeda, quienes recibirán al Obispo en Adviento de 2024 y en Cuaresma de 2025, respectivamente.

Los santos óleos bendecidos en esta Eucaristía serán repartidos, como cada año, por todas las parroquias de la Diócesis de Jaén.

Al concluir la Santa Misa, los sacerdotes han tenido un encuentro de convivencia fraternal en dependencias del Obispado.

Galería fotográfica: «Misa Crismal 2024»

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