«Al pie de la tapia». Homenaje del Beato Manuel Lozano Garrido «Lolo» a las religiosas
4 mayo de 2015 Con motivo del año de la Vida Consagrada que estamos viviendo durante 2015 y parte de 2016, desde la Fundación de Amigos de Lolo quieren compartir este homenaje de Lolo a las religiosas. «Al pie de la tapia» es la recopilación de una serie de artículos escritos por el beato Manuel Lozano Garrido, en la revista «Orate», que editaba la Pontificia Unión misional del clero, para las religiosas. Y que semanalmente se publica en la web www.amigosdelolo.com
Todos los artículos de este libro están editados por generosidad del Monasterio de Carmelitas Descalzas de Jaén.
En la revista «Orate» que editaba la Pontificia Unión Misional del Clero, para las Religiosas, el siervo de Dios publica varios artículos en la sección titulada «Al pie la tapia. Cartas a monjas». Este es el índice cronológico y el titulo de tales artículos:
• Los gemelos de Cristo que muere inutil (sf.)
• Maitines con esperanza (sf)
• Alegría con y sin panderetas (1961)
• Un corazón como el universo (1961)
• Un mundo que no abandotzdis (1961)
• Cuando el llamamiento de Dios es a la ternura (1962) – Ese gran árbol llamado pobreza (1962)
• Los pantanos se construyen en las afiteras (1963) – Si tus lagrimas rodasen hacia dentro (1963)
• También Dios sopla en la frente (1963)
El primero de los publicados del que consta fecha es de 11/5/1961 y en él se presenta el propio autor en la introducción: “un carrito de inválido rueda hoy hasta la tapia de un convento. Pienso que entre vosotras y los que sufren, hay más puntos de contacto que las Paredes de nuestras habitaciones… La fe, la conciencia de universalidad, la humillación y el sacrificio, forman ese trozo de pan caliente, que vosotras desde los locutorios y nosotros desde las camas o los cochecitos, podemos compartir a diario”.
En el titulado «Un mundo que no abandonáis» explica que la «tapia» no es separación sino símbolo de lo que se construye. No abandonan las religiosas el mundo sino que «el librito de horas, los cilicios, las pizarras emborronadas y la hora de tomar la fiebre están más en el eje de la Humanidad que los pasillos de las universidades, las cajas registradoras de las comunicaciones y los talleres que dejáis».
Pero les descubre también que lo que importa es amar, «no frenar el corazón». «Aunque pongamos muy bien las inyecciones, se nos den de maravilla las matemáticas, nuestros salmos sean perfectos y pasemos largas horas de rodillas, tendremos la gloria en el alero del tejado si no hay en la vocación criaturas que van por la calle o que naufragan… el banco de la verdad solo admite el oro de los actos limpios y abnegados. Por eso un acto generoso le quiebra el pulso a un regimiento de delincuentes».
En octubre de 1961 (Orate n° 12) recuerda aquella multitud de «chicos y chicas que componían una generación marcada por la misma ansia de servidumbre religiosa». Eran las juventudes de A. C. de Linares, masculina y femenina, que dieron tantas vocaciones sacerdotales, de religiosas y de laicos comprometidos en sus hogares y familias o en sus trabajos profesionales.
«Nacimos para ser proyectados por la caridad de Dios y, si somos libres, en nuestra medida, devolver y corresponder a esa dulzura»
De entre aquellos «chicos y chicas» salió Sor Linarejos, a quien dedica el artículo «un corazón como el universo». Habla de «amor» puesto en el quicio del universo: «¡Ay, si hubiéramos podido estar en la ternura de sus ojos, cuando las manos del Padre modelaban al primer hombre!», dice «Nacimos para ser proyectados por la caridad de Dios y, si somos libres, en nuestra medida, devolver y corresponder a esa dulzura»; pero tal amor no puede ser ficticio. «…con el amor pasa como con las flores, que sólo valen las que son de verdad… Lo único que no admite fronteras es el afecto de los hombres»; este amor sin fronteras ni de sangre ni de cercanos se manifiesta en su virtud de «comunicación y de inmensidad».
Ese amor sin fronteras es el que ve Lolo en Sor Linarejos y en las religiosas que «cuando salieron de sus casas rezásteis por criaturas a las que no conocíais, sanásteis heridas de hombres y mujeres vistos por primera vez y el modelar de vuestras manos lo sintieron chavalines que no eran de vuestra propia sangre…; era el misterio fecundo del amor.»
Ahí está la fuente de la felicidad: «Sentís la maravillosa alegría de que tenéis pedazos de las entrañas en las Indias y en el Congo, y en los pobres y en los palacios, en los niños y en los ancianos, en los que lloran y en los que viven torrencialmente la gracia de la consolación».
En la Navidad del 61 escribe «Alegría con y sin panderetas».
En este artículo da su felicitación de Navidad a las monjas: «El 24 de Diciembre, más que una fiesta hogareña, más que una esperanza, es una evidencia de felicidad, la sed infinita que hay en la raíz del corazón que desciende ya del cielo y se nos pone sobre la palma de la mano de cada uno… Desde Navidad, con el Niño que nace, somos como los bebés de un reino de bienaventuranza.»
Luego se entretiene en una crítica serena y a la vez dura de la falsa celebración de la Navidad, de la confusión de la alegría que nace de la fe en la Encarnación, con otra «alegría» -zancadilla la llama el – de las «luces» o iluminaciones callejeras. La alegría verdadera no excluye los ángulos negros: «antes que «padre» o «madre» ya quedóo en el pesebre la primera palabra del tesoro redentor, de la alegría dolorosa», porque junto al requesón de los pastores y la música de los ángeles de aquel «belén» también estaba el hedor del establo.
«Lo que de verdad nos dijo entonces es que la alegría será siempre posible… que se crece sobre los triunfos pero también sobre los fracasos aparentes, los dolores y el duro y lento caminar de cada hora». Porque la alegría cristiana no es de agua-fiestas pero tiene el valor de la trascendencia y la universalidad.
Mayo 1962: El comienzo de su enfermedad, «peregrino» por los hospitales, le hace recordar en este artículo de 1962 a Sor María Luisa, una monja que le cuidó en un Hospital de Madrid: «Donde quiera que esté ahora, Sor María Luisa, quiero agradecerle aquella ternura que tan providencialmente puso en la hora de la crisis de mi sufrimiento».
El artículo es un elogio de la castidad virginal de las religiosas: «El amor de Dios y por él, el de todos mis hermanos, es el que me ha hecho renunciar al amor de la tierra», le había dicho entonces Sor María Luisa. «La castidad da a las religiosas una anchura de corazón para todos aquellos que las rodean».
Y comenta: «La castidad está en la raíz de vuestro desposorio con Cristo como una flor íntegra, radiante y olorosa». El artículo continua mirando a María, Madre y Virgen, que amplía su maternidad al pie de la Cruz: «Sólo se entra y se vive el amor con el alma virgen; solo Dios se hace fruto santo de vosotras en las criaturas por la fidelidad al pie de la Cruz».
La «Gran Madre» que es María, lo es porque supo «estar» al pie de la Cruz. Anima el autor a las religiosas en ese «estar»: «Quien se ata a la Cruz, queda ya unido por siempre al trance del Viernes Santo», pero eso en lugar de dar escalofrío, debe maravillar, porque la cruz es una «elección» que diviniza, pero no admite comodidades o términos medios. «María vivió el dolor de su Hijo, lo vivió siempre como a las tres de la tarde del Viernes Santo y jamás ni pidió ni necesitó relevo».
No quiere Lolo que quienes todo lo han dejado por Cristo actúen con la frialdad de haber cumplido obligaciones de funcionario: «El os soñó y os quiso para la plenitud amorosa de su corazón».
El artículo del número 19 de Orate (Dic. 1962) lo dedica Lolo a «Ese gran árbol llamado pobreza».
«Los que soñamos con darle a la pluma un matiz de servicio total a Dios…»
Al comienzo del artículo, como tantas veces, el Siervo de Dios hace profesión de periodista cristiano: «Los que soñamos con darle a la pluma un matiz de servicio total a Dios…».
En una línea de pureza evangélica y con lenguaje periodístico repite aquello de «no podéis servir a Dios y al dinero»: «El confort será siempre una instalación y nadie ha visto nunca que se pueda avanzar arrellanado en una butaca». «Si nos «salimos» del propio corazón, si hacemos limpia de ansias avarientas y desarraigamos el egoísmo, Dios «entra» como succionando a nuestra interioridad y lo que arraiga es su simiente y su fruto cierto de vida.
«El corazón es un reservado para Dios, en el que ni aún nosotros tenemos concedida la vivienda»
El corazón es un reservado para Dios, en el que ni aún nosotros tenemos concedida la vivienda».
Concluye el artículo: «…trajinando siempre en las horas sin brillo, recortado cualquier deseo con las tijeras de la renuncia, os garantizo que jamás enriqueceréis y misionaréis tanto al mundo como cuando os entreguéis al hondo giro de la pobreza».
En marzo de 1963 (Orate n° 21) habla de una religiosa misionera en el Congo, médico, que da una conferencia en la academia de ciencias de Bilbao. Aborda el tema de la inteligencia dentro de la generosidad con Dios. «Consagrarse a Dios no es arrinconar todo libro…» son muchas las vocaciones religiosas que ponen su inteligencia al servicio desinteresado de los hombres: con la tiza en el aula o curando en los hospitales… y quien así se da en la calle o en el claustro repite una segunda Encarnación.
Con una frase preciosa exclama: «Cada penicilina o cada hormona que se descubre es un «Te Deum» que canta toda la naturaleza… Todos los sabios rezan en los pupitres».
«Si tus lágrimas rodasen hacia dentro» es el título del artículo de octubre de 1963 (Orate n° 22).
El artículo que es necesario leerlo en su totalidad, cuenta el reencuentro con una religiosa de su propia familia: amigos en los juegos de niños ahora se encuentra al cabo de los años, con el dolor que ha dejado sus huellas terrible en el juguetón de la infancia.
El artículo es un canto al valor de las lágrimas que no son signo de cobardía («los que lloran son los que saben»): «Soy un hombre y, si confieso mis lágrimas en el altavoz de la letra de imprenta, es porque el llanto maduró un día mi planta de varón. …El llanto es como un estandarte de mansedumbre. A uno los ojos se le hacen torrente cuando calibra el volumen y la fuerza del dolor y tiene reaños para aceptarlos». Todo el artículo es un canto entusiasmado a la gozosa aceptación del dolor venido de la mano de Dios. A ello anima Lolo a sus hermanas que viven «al pie de la tapia».
«Dios y el corazón de una criatura rozándose sin pasillos aéreos, sin rellenos de estrellas» es la definición que da el siervo de Dios de la oración.
En Diciembre de 1963 titula el artículo «Los pantanos se construyen en las afueras». El tema es la oración que se hace luego fruto de servicio fraterno: «En la oración hay la misma confluencia de pasmo, de prodigio y de regalo que en una multiplicación de panes y peces, un Lázaro que resucita, unas ánforas de agua que se hacen zumo de solera». «Dios y el corazón de una criatura rozándose sin pasillos aéreos, sin rellenos de estrellas» es la definición que da el siervo de Dios de la oración. También la define «como chorro fresco que viene a orear el ardor de las pasiones o tibieza de la vida gris, un molde de vida sana, útil, noble y bella que viene a configurar los perfiles de la actuación de cada día».
El último artículo de los que recogemos se titula «Los gemelos de Cristo que muere inútil». El resumen y tesis de todo el artículo se recoge en esta frase final: «Tanto en la oración como en el silencio, el dolor o la inutilidad, serán siempre misioneros desde que Cristo supo arrancarle palabras de aceptación y de plegarias a un cuerpo con todas las marcas oficiales de la inutilidad».
¡El valor de lo inútil! El valor de la muerte redentora de Cristo en la Cruz, que hace a este siervo de Dios añorar con delicadeza el no poder siquiera tocar con sus manos inválidas la imagen del Crucificado.
Rafael Higueras Álamo
Consiliario de la Asociación Amigos de Manuel Lozano Garrido