Ejercicios espirituales de los Equipos de Nuestra Señora de Jaén
1 abril de 2015 Este es el título del mensaje del Papa Francisco para el tiempo litúrgico de la Cuaresma, tiempo de renovación en el que los creyentes nos preparamos para celebrar y vivir la gran fiesta cristiana de la Pascua, tiempo de gracia para todos nosotros y para toda la humanidad.
Junto a las actividades cuaresmales en las que participamos en nuestras parroquias los Equipos de Nuestra Señora (ENS) nos animan a los matrimonios a retirarnos en pareja de la vida diaria, para ponernos ante el Señor y volver de nuevo a la vida. Se nos invita a reflexionar sobre nuestra vida, sobre nuestro amor, sobre nuestra familia, para hacer una lectura de todo ello en la presencia de Dios. Se trata de hacer oración juntos, de tener algunos ratos de silencio juntos, de leer juntos la Palabra de Dios, de tomar juntos decisiones para el presente y el futuro, de perdonarnos y de animarnos mutuamente.
Los ejercicios han sido dirigidos por D. Francisco Rosales Fernández, párroco de El Salvador de Jaén y Vicario de Pastoral. Se iniciaron con la oración “Vuestra soy, para vos nací” de Santa Teresa de Jesús. D. Francisco nos ofreció tres meditaciones junto con tiempo dedicado a la oración personal y conyugal, de reunión de equipos mixtos, de tiempo para el sacramento de la reconciliación y un vía crucis que siguiendo sus indicaciones y partiendo del título de las estaciones, los matrimonios participantes elaboraron los comentarios y peticiones de cada una de ellas.
La primera meditación: “La alegría: condición para el que sale en nombre de Cristo”. La alegría urge, porque en el mundo hay tristeza –nos decía- el cristiano ha de proponer otra alternativa. Tras citar a diferentes pontífices Pablo VI, Benedicto XVI y al Papa Francisco, comentó la constitución del Vaticano II “Gaudium et spes” alentándonos a ser testigos de la alegría desde el encuentro con el Señor como nos indica la exhortación apostólica “La alegría del evangelio” del Papa actual. La alegría es un rasgo imprescindible para la misión. “El seguimiento de Cristo entre Pedro y Judas”, fue el título de la segunda. Comenzó manifestando la necesidad de despertar, de salir con alegría, pero para ello, primero es necesario llenarse de Dios. Comentó los encuentros de diferentes personas con Jesús que narra el evangelio y los encuentros de los apóstoles, señalando como el encuentro es un proceso largo que se da en lo más íntimo de la persona y posteriormente se centró en Judas y en Pedro, ambos, elegidos por el Señor. Judas, poco a poco se fue alejando del Maestro, salió de la luz a la noche y en ella no halló la misericordia del Señor. Pedro, el que se hunde cuando anda desde la barca por que se mira a sí mismo y no a Cristo, el que duda en la tempestad, el que da a veces pasos hacia delante y otros hacia atrás, sigue de lejos a Jesús, a pesar de todo, se siente mirado con misericordia por el Señor, se siente amado en su debilidad y lo sigue. Concluían sus palabras explicando como Jesús quiere también encontrarse con nosotros y utilizando una metáfora del Santo Padre Francisco, nos animó a ser piedras que se dejen erosionar por el Señor que pule nuestras aristas y nos va moldeando desde el amor. La última meditación “Las enfermedades del corazón”. La inició unida con la anterior hablando de como el seguimiento es dejarse modelar por Jesucristo, pero para llegar a esto tenemos inconvenientes. El corazón es lo más íntimo, lo más profundo, pero hay enfermedades que impiden encontrarnos con el Señor. Tras hacer una descripción de ellas, citó los remedios para curar subrayando como el Espíritu Santo sana el corazón. Es el Espíritu el que fortaleció a los profetas, el que nos hace reconocer la presencia y las obras de Dios, Espíritu que es fuente de esperanza, fuego purificador, que nos hace superar las pruebas, nos capacita para alabar a Dios, don del Padre, que nos auxilia y nos da palabras de sabiduría.
Con la eucaristía y la comida fraterna finalizaron estas jornadas cuaresmales. Estos días de encuentro con el Señor y con los hermanos han sido una ayuda para fortalecer el corazón como nos indica el Papa en el citado mensaje de Cuaresma. “Quien desea ser misericordioso, necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.”.
Marina-Alejandro y Mª Félix y Pedro. ENS