El Sr. Obispo concelebra la Eucaristía en el sepulcro de San Pedro del Vaticano
5 marzo de 2014 El pasado martes, 4 de marzo, el Cardenal Arzobispo de Barcelona, Monseñor Martínez Sistach, presidía la celebración que tenía lugar junto a la sepultura de San Pedro, en la Basílica Vaticana de San Pedro, con motivo de la Visita Ad Limina del segundo grupo de Obispos españoles.
Dicha Eucaristía estuvo concelebrada por el Sr. Obispo de Jaén, D. Ramón del Hoyo López, y 38 Obispos más pertenecientes a las provincias eclesiásticas de Barcelona, Tarragona, Granada, Santiago de Compostela, Oviedo y Sevilla.
D. Ramón del Hoyo ha visitado ya, junto a los otros Obispos, distintas Congregaciones Vaticanas, como el Pontificio Consejo para los Laicos, la Congregación para la doctrina de la Fe y la Congregación para el Clero. Asimismo, visitará en los próximos días otras Congregaciones y Dicasterios Vaticanos, como el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, la Congregación para la Educación Católica, el Pontificio Consejo para los Operadores de la Salud o la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Además, el viernes, 7 de marzo, se celebrará la Eucaristía en la Basílica de San Pablo Extramuros.
El momento cumbre de la Visita Ad Limina será el encuentro de D. Ramón del Hoyo con el Papa Francisco, el próximo sábado 8 de marzo. Ese día el Papa recibirá a los Obispos de las provincias Eclesiásticas de Granada y Sevilla.
Audiencia con el Santo Padre
El pasado lunes, 3 de marzo, el Papa Francisco recibía a los 83 Obispos españoles que realizan la Visita Ad Limina en dos grupos: el primer grupo del 24 de febrero al 3 de marzo (44 obispos) y el segundo grupo del 3 al 8 de marzo (39 obispos).
A las 12 horas comenzaba la Audiencia con el Santo Padre, en la que el Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, Presidente de la Conferencia Episcopal Española, quiso hacer hincapié en los numerosos cambios sufridos en la sociedad española y las diversas preocupaciones.
“En los años transcurridos desde la última visita ad limina hasta hoy, evangelizar en la hora presente de España ha sido el gran leitmotiv de nuestros afanes apostólicos. La experiencia de conversión vivida en el gran Jubileo del año 2000 ha impulsado y fortalecido nuestra convicción de que sólo el Evangelio de Cristo puede sanar y potenciar espiritualmente a nuestra sociedad española tocada y tentada en su mismo fundamento por la concepción secularista y materialista de la vida. La predicación, la catequesis y la educación en la fe han sido una preocupación constante, junto con la necesidad, sentida con mucha urgencia, de ayudar a nuestros cristianos a hacerse presente en los ambientes de la cultura, la universidad y la escuela, y, de un modo más acuciante, en el campo del matrimonio, de la familia y de la vida y de las antiguas y nuevas pobrezas que emergieron con fuerza en los años de crisis que estamos atravesando y que constituyen un gran reto a la caridad de la que nuestras iglesias quieren ser -¡y lo son!- testimonio viviente. Nuestra sociedad ha cambiado profundamente debido a la emigración de millones de nuevos ciudadanos, emigración, en una mayoritaria medida, venida de los países y naciones hermanos de Latinoamérica”
“Somos muy conscientes de que esta nueva situación española, con retos semejantes a otros países de Europa, nos exigen como pastores promover y suscitar una nueva cosecha de evangelizadores. De ahí, nuestra preocupación por las vocaciones al ministerio sacerdotal, a la vida consagrada y al laicado apostólicamente comprometido según las enseñanzas del Concilio Vaticano II y del magisterio posterior”.
Por su parte, el Papa Francisco quiso animar a los Obispos en la tarea de la evangelización, mirando las raíces de su propia historia.
“Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia. De ella aprendemos que la gracia divina nunca se extingue y que el Espíritu Santo continúa obrando en la realidad actual con generosidad. Fiémonos siempre de Él y de lo mucho que siembra en los corazones de quienes están encomendados a nuestros cuidados pastorales (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 68)».
“A los obispos se les confía la tarea de hacer germinar estas semillas con el anuncio valiente y veraz del evangelio, de cuidar con esmero su crecimiento con el ejemplo, la educación y la cercanía, de armonizarlas en el conjunto de la «viña del Señor», de la que nadie puede quedar excluido. Por eso, queridos hermanos, no ahorréis esfuerzos para abrir nuevos caminos al evangelio, que lleguen al corazón de todos, para que descubran lo que ya anida en su interior: a Cristo como amigo y hermano”.