Una iniciativa: El Atrio de los Gentiles en la web de la Diócesis de Jaén
12 marzo de 2013En el discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2009, el Papa invitaba a la Iglesia a abrir un atrio de los gentiles donde poder acoger a los no creyentes y ateos que, de alguna manera, buscaban a Dios (sobre el alcance de esta propuesta del Papa puede consultarse a Melchor Sánchez de Toca, El atrio de los Gentiles, Razón y Fe, Noviembre 2011, pp.307-322).
El símbolo utilizado por el Papa tenía como referencia ese gran recinto que se abría en el Templo herodiano de Jerusalén, al que podían acceder los gentiles que deseaban adorar al Dios único. Era un lugar abierto para todos, un auténtico espacio de encuentro que se abría a lo sagrado. El Papa indicaba que la iglesia debería generar esos espacios donde los hombres pudieran entrar en contacto con Dios de alguna manera, aunque no hubiesen encontrado aún el acceso a su misterio. El atrio se dirigiría a aquellos que, si bien veían la religión como algo extraño, sin embargo no se contentaban con el craso materialismo, ni con la respuesta de un mundo cerrado a la transcendencia, es decir, para quienes Dios es desconocido y que, a pesar de eso, no quieren estar simplemente sin Dios, a manera de los gentiles que subían a Jerusalén en busca de algo Puro y Grande. Serían personas que experimentarían serias dificultades para creer en Dios y, sin embargo, de alguna manera mantendrían viva la búsqueda de Dios como desconocido (Act. 17).
La puesta en funcionamiento del atrio de los gentiles comenzó con una serie de grandes encuentros en París en marzo de 2011, desde entonces tales encuentros han venido repitiéndose en diversos lugares del mundo, entre ellos España. Sin embargo la idea del Consejo Pontificio para la Cultura era que en cada Iglesia o cada comunidad se propiciara este Atrio favoreciendo el encuentro con lo que no creen, precisamente, ésta es la raíz del proyecto que ahora presentamos. La iniciativa surge de un grupo de profesores del Seminario Diocesano de Jaén que de modo periódico irán presentando y comentando publicaciones de actualidad que aborden temas fronterizos entre la fe y la ciencia, la fe y el pensamiento y la fe y el arte. Además de esas reseñas, se publicarán artículos breves sobre cuestiones que suscitan interrogantes profundos a muchos creyentes e increyentes. Siguiendo el espíritu de la propuesta del Papa, este diálogo excluiría cualquier postura fundamentalista, desde el integrismo obtuso y panfletario del nuevo ateísmo, como la intransigencia de los que piensan que con el increyente no hay nada que dialogar. Ambas formas de hybris no generan más que intolerancia y deshumanización, algo muy alejado del espíritu cristiano.
El contexto en el que plantea este diálogo es el de la nueva evangelización. Como primer paso de la evangelización, decía Benedicto XVI,debemos tratar de mantener viva la búsqueda de Dios, debemos preocuparnos de que el hombre no descarte la cuestión sobre Dios como cuestión esencial de la existencia; preocuparnos de que acepte esa cuestión y la nostalgia que en ella se esconde. Esto implica partir de la afirmación de la propia identidad y del compromiso con la verdad, que desencadena un deseo de buscarla con mayor plenitud no contentándose con medias verdades. Ese diálogo respetuoso e inteligente se encuadraría dentro del diálogo que Dios ha querido mantener con el hombre. Teniendo en cuenta que el reconocimiento de la verdad tiene su propio ritmo en cada persona y que a la plenitud de la verdad cada uno llega solo a pequeños pasos.
Este proyecto pretende ser una aportación para que la cuestión sobre Dios vuelva a plantearse en el debate público como un problema central de la existencia. Señalaba Heidegger, comentando la frase de Nietzsche Dios ha muerto, que los hombres no son no creyentes porque Dios haya perdido credibilidad ante ellos, sino que han perdido la credibilidad en Él en la medida en que ya no pueden buscarlo porque ya no piensan (M. Heidegger, Caminos del bosque, Alianza, Madrid, 2010, p. 198). Con este proyecto pretendemos hacer una pequeña aportación para que el tema de Dios siga pensándose, siga siendo objeto de un diálogo, uno prudente y sincero entre todo hombre, creyente e increyente, de buena voluntad, como por otra parte se nos exhortaba en el Concilio Vaticano II (Gaudium et spes 21 ).