Carta Pastoral para la festividad del Día de los Abuelos
18 julio de 2019Os dirijo esta carta con motivo de la próxima festividad de San Joaquín y Santa Ana, abuelos del Niño Jesús y patronos de todos los abuelos. Comparto unas breves líneas con una reflexión en la que resalto el importantísimo papel que juegan nuestros abuelos.
Como bien sabemos todos, cada 26 de julio la iglesia católica celebra la fiesta de los padres de la Santísima Virgen María y abuelos de Jesús, San Joaquín y Santa Ana. Ambos eran personas de profunda fe y confianza en Dios, y fueron los encargados de educar a su hija, María.
El Papa Francisco ha puesto de relieve que “los santos Joaquín y Ana forman parte de esa larga cadena que ha transmitido la fe y el amor de Dios, en el calor de la familia, hasta María que acogió en su seno al Hijo de Dios y lo dio al mundo. ¡Qué precioso es el valor de la familia, como lugar privilegiado para transmitir la fe!”.
Es, por tanto, digno de ser resaltado el papel educativo de los abuelos en la familia, ya que son depositarios y, con frecuencia, testigos de los valores fundamentales de la vida. En una sociedad que tiende a descartar a los ancianos, es importante tener presente que el Señor no los descarta, es más, los llama a seguirlo con una vocación muy particular: la de la vida ascendente; es decir, la vida que se enriquece cada día.
Por eso, es tan importante tener en cuenta la identidad y la misión de los abuelos dentro del seno de la Iglesia. Son muchos los testimonios con los que nos encontramos de ancianos creyentes, conscientes de su vocación en la vida; una vocación que continúan madurando y enriqueciendo para, con el paso del tiempo, poder ponerla como un tesoro para un mundo que, si no fuera por ellos, perdería la memoria de sus mejores valores.
El Señor, en esta etapa de sus vidas, llama a los mayores a custodiar y transmitir la fe de nuestros niños y jóvenes. ¡Con cuánta gratitud los mira la Iglesia en España por la excepcional labor que hacen en las actuales circunstancias de secularización, en la educación cristiana de nuestros niños y niñas!
De un modo especial, nuestros ancianos nos ofrecen, en la fe y en la vida, el precioso testimonio de fidelidad en el amor, que es la mejor garantía de todo su legado a las futuras generaciones. Los ancianos, a pesar de las pruebas, que en su edad suelen ser duras y difíciles, son como árboles que dan y seguirán dando fruto.
Es digna también de destacar, con una especial gratitud, la vida de oración intercesora de nuestros ancianos. Muchos de ellos son una perfecta intercesión por las diferentes situaciones de este mundo herido. Me vienen a la mente todas esas personas que, rosario en mano, rezan por el bien de sus familias, de los matrimonios, de la paz en el mundo, de la prosperidad de los pueblos, de la conversión de los pecadores, del bienestar de los jóvenes que se abren camino.
Nuestra sociedad siempre debería de mirar con respeto el legado de nuestros mayores. De un modo especial, lo debería de hacer esta sociedad moderna, que vive de los grandes logros sociales, que han sido posibles por el sacrificio de las generaciones que nos han precedido, la de nuestros abuelos y abuelas. Nunca deberíamos de subestimar la experiencia y vida de nuestros mayores, sería un error silenciarla, olvidando que esa experiencia es siempre una riqueza para el futuro de todos.
Me uno con especial afecto y cariño a todos los mayores de esta bendita tierra del Santo Reino de Jaén. De forma muy especial, os encomiendo en la Eucaristía del próximo 26 de julio. Os hago llegar, con cariño, mi bendición, que hago extensible a vuestros familiares y allegados.
Con especial afecto.
Jaén, 18 de julio de 2019
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén