Novios de Jamilena preparan su matrimonio a los pies de la ‘Morenita’

25 marzo de 2019

¿Porque unos cursos prematrimoniales?

Esa pregunta me ha venido rondando en las últimas semanas, sé que es un paso más que dar antes del compromiso, pero, ¿por qué?.

En la mañana del sábado me lo volví a preguntar, por qué madrugar para irnos lejos de casa, por qué ir a compartir esta experiencia con otras parejas, por qué en un entorno como el del Cerro del Cabezo…

Vi que esa inquietud la teníamos todos. Eran las 8 de la mañana cuando nos vimos todos en la puerta de la parroquia de la Natividad. Todos comentábamos el sueño que teníamos, lo fresquito que había amanecido el día, si unos llevaban unas cosas, otros otras, y preguntándonos quienes éramos unos y otros porque había gente que no conocíamos.

Ciertamente, éramos fácilmente identificables, todos teníamos en la cara esas preguntas, y esa cara de un chiquillo cuando se va a una excursión.

Y la primera respuesta llegó al bajar del coche en el Cerro. Tras colocar las cosas y antes de entrar en el curso propiamente dicho, salí a la parte trasera de la casa. En ese momento, aún no había gente, ni tiempo, ni prisa, ni nada, solo paz.  Un entorno idílico para desconectar, para encontrarse con uno mismo, con su historia, con su pasado y presente, con la idea de su futuro, para encontrarse y reconciliarse con uno mismo y con Dios.

¨La primera en la frente¨ pensé cuando el primer video, la primera conexión con estos cursos fue…» No te cases».

La cosa prometía, no veníamos a pasar un ¨finde¨ en el Cerro, veníamos a plantearnos un proyecto de vida en común, y ya no había espacio para divagar. El curso nos tenía que poner los pies en la tierra y así fue.

Como en un primer día de clase, nos sentamos expectantes al comienzo del primer monográfico, y llegó el momento de las presentaciones, ese fatídico momento, en el que la vergüenza nos abruma y más si tenemos que dar respuesta a la pregunta, ¿qué te enamoró de tu pareja?

Pero la verdad es que no fue tan mal la cosa, poco a poco íbamos desgranando quiénes somos, qué nos enamoró, y entre palabras llenas de nervios y vergüenza, se veían miradas cómplices que decían mucho más de lo que podíamos escuchar. Y, en definitiva, era una herramienta más para ir siendo conscientes de lo que estamos preparando.  A veces, los seres humanos damos muchas cosas por sabidas y aun siendo ciertas, no está mal recordarnos, de vez en cuando, lo que nos enamoró, y lo que nos ha llevado hasta este día.

La mañana se nos fue en lo que comprendíamos que la mujer es de Venus y el hombre de Marte, en lo que entendíamos que, ante ciertos estímulos, respondemos con comportamientos parecidos, a que los hombres tenemos nuestra cueva y la mujer la necesidad de compartir y una naturaleza más espontanea e impaciente. Pero lo que nos quedó muy claro, es q no estamos solos, que los problemas a los que nos hemos enfrentado y los que están por venir ya los han vivido otras parejas y ahí tenemos un apoyo para superarlos.

Llego el mediodía y con él, el milagro de los panes y los peces.

Todos en torno a una gran mesa y con el calor de una chimenea que crujía, fuimos colocando la comida que cada uno aportaba, bueno parte de la comida, porque allí había comida para tres días, y no solo porque fuéramos más o menos previsores, sino porque cuando uno pone sus ¨bienes¨ en común, el resultado es exponencial, y se produce el ¨milagro¨ de compartir.

Con la sobremesa llegó un momento crítico para todos, una prueba de fuego, ¿una película a la hora de la siesta? Qué clase de mente malévola ideó este horario…y si digo prueba de fuego es muy acertado, porque es precisamente el título de película.

Más allá de gustos sobre cine, la película consiguió que todos tuviéramos una opinión propia, un juicio con más o menos argumentos de lo que nos había transmitido, y claro después de lo que une una experiencia traumática como es el renunciar a la siesta un sábado, todos participamos de un coloquio donde ya no había vergüenza a la hora de hablar, y donde dimos un paso más en este crecimiento que se nos planteaba.

Vimos la importancia de tener Fe, y comprendimos que, si queremos un matrimonio cristiano, el amor que Dios no dio a través de su Hijo tenía que ser el apoyo de nuestro proyecto. Pero no es fácil, en muchas ocasiones, darnos cuenta de que somos parte de un mismo todo que es la Iglesia, el pueblo de Dios.

Nos dispusimos a hacer una dinámica en la que nos planteábamos por qué nos casamos por la Iglesia, si nos acordamos de Dios en los buenos momentos, en los malos o en alguna ocasión, si entendemos la necesidad de la Eucaristía…

Y en esas preguntas, a mí me vino una reflexión, un aprendizaje que me dieron de pequeño y que en muchas ocasiones me dado sosiego y tranquilidad. Ante la pregunta de por qué casarnos por la Iglesia, alguien me decía que lo hacía por su pareja, y entonces fue cuando recordé que Dios nos ¨utiliza¨ como herramientas para acercarnos a Él. Quizás esta persona no era consciente hasta ese momento de que Dios lo había llamado a través de su pareja.

Con la llegada de la noche tuvimos el privilegio de disfrutar de unos de los momentos más íntimos del fin de semana, la vigilia a los pies de la ¨Morenita¨, la Virgen de la Cabeza.

Un instante para el recogimiento, para la oración, para acordarnos de nuestros seres queridos y para poner de forma simbólica, a través de una vela, y de forma espiritual, la luz de Dios en nuestra relación.

La noche se abrió paso en la madrugada compartiendo una velada de convivencia, llena de acordes de guitarra, canciones y algún ensayo de una serenata, y no podía faltar el karaoke, el casting de voces y muchas, muchas risas. No todo va a ser trabajar.

Pusimos fin al curso tras ver la importancia de la ceremonia, el papeleo y con un último regalo que llegó en forma de visita al museo de la Virgen.

Con las fuerzas ya justas, nos alimentamos esta vez de la Eucaristía, con cantos improvisados, con ofrendas sencillas y con peticiones y deseos depositados ante el altar, pidiendo la bendición para nuestros futuros matrimonios.

Y para terminar este artículo, hago mías las palabras del Papa Francisco, las tres palabras clave:

Permiso, siempre tener en cuenta la opinión de la pareja, preguntarle qué le parece.

Gracias, ser agradecidos el uno con el otro, y perdón, saber pedir perdón, estar en disposición de ser perdonado y tener la capacidad de perdonar.

Miguel Perea Crespo
Parroquia de Jamilena

Galería Fotográfica: «Preparación al matrimonio fieles de Jamilena»

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