Yo me apunto a “reli”, ¿y tú?
16 marzo de 2011 Con el vocabulario típico de un niño la Iglesia inicia y motiva la campaña de matriculación para el curso 2011 – 2012, en la materia de Religión y Moral católica, porque la Iglesia es educadora.
Es una campaña a nivel nacional que adquiere su importancia a nivel local. La formación de los hijos depende de la familia. La familia es quien elige cómo desea formar y educar a los hijos.
La formación del alumnado no es cosa que se logre en un día, ni tan sólo en unos años; es tarea diaria, de esas que se logran a base de pequeños y continuados estímulos, esfuerzos y, porque no decirlo, de sacrificio. Educar es saber ejercer la autonomía personal y el derecho a la libertad, dentro de los límites que nos marca la autonomía de esa otra persona con la que hablamos, nos relacionamos y convivimos. Educar va más allá de la mera instrucción. La conquista del conocimiento, de los saberes, de la ciencia, va siempre acompañada de la adquisición del sentido profundo de la vida, de las razones más profundas de los valores más altos del amor, de la justicia, de la libertad, del perdón…
Los valores, que tanto alabamos cuando los vemos encarnados en algunas personas de nuestro entorno, se aprenden en el hacer cotidiano, en el desarrollo de ciertos mensajes que a veces, sin pretendida intención, son meramente mensajes evangélicos. Pretender que el alumno alcance, posea y valore las actitudes de bondad, de afabilidad, de honradez, el sentido del bien y de la belleza, son galardones que se entretejen en el campo del espíritu, en el campo de la no materia, en el campo de la mirada de unos ojos limpios que saben buscar en el mundo que nos rodea la mano amorosa del Padre creador.
Por eso la educación es fruto maduro conseguido con el paso de los años. La edad temprana es la propicia para iniciar el entrenamiento en un campo que presenta sus dificultades en la edad adulta.
La escuela, la clase de religión, ayuda positivamente a mostrar los valores que hacen al hombre y a discernir los contravalores que le degradan. Apunta a tu hijo / a tu hija a clase de Religión y Moral católica.
La formación del alumnado no es cosa que se logre en un día, ni tan sólo en unos años; es tarea diaria, de esas que se logran a base de pequeños y continuados estímulos, esfuerzos y, porque no decirlo, de sacrificio. Educar es saber ejercer la autonomía personal y el derecho a la libertad, dentro de los límites que nos marca la autonomía de esa otra persona con la que hablamos, nos relacionamos y convivimos. Educar va más allá de la mera instrucción. La conquista del conocimiento, de los saberes, de la ciencia, va siempre acompañada de la adquisición del sentido profundo de la vida, de las razones más profundas de los valores más altos del amor, de la justicia, de la libertad, del perdón…
Los valores, que tanto alabamos cuando los vemos encarnados en algunas personas de nuestro entorno, se aprenden en el hacer cotidiano, en el desarrollo de ciertos mensajes que a veces, sin pretendida intención, son meramente mensajes evangélicos. Pretender que el alumno alcance, posea y valore las actitudes de bondad, de afabilidad, de honradez, el sentido del bien y de la belleza, son galardones que se entretejen en el campo del espíritu, en el campo de la no materia, en el campo de la mirada de unos ojos limpios que saben buscar en el mundo que nos rodea la mano amorosa del Padre creador.
Por eso la educación es fruto maduro conseguido con el paso de los años. La edad temprana es la propicia para iniciar el entrenamiento en un campo que presenta sus dificultades en la edad adulta.
La escuela, la clase de religión, ayuda positivamente a mostrar los valores que hacen al hombre y a discernir los contravalores que le degradan. Apunta a tu hijo / a tu hija a clase de Religión y Moral católica.
María Gómez Torres
Delegada Episcopal para la Enseñanza.
Diócesis de Jaén.
Delegada Episcopal para la Enseñanza.
Diócesis de Jaén.