Carta Pastoral «En el camino de Cristo: del desierto a un rebrote de vida nueva»

8 marzo de 2019

CUARESMA MISIONERA DE 2019

Queridos diocesanos:

1. Entramos en la Cuaresma y, como nos sucede cada año, de una vida ordinaria agitada y de tantas cosas preocupantes y alegres a la vez, los cristianos pasamos, de pronto, a un tiempo de profunda reflexión sobre nosotros mismos, pero sin que cambien nuestras circunstancias. El Papa Francisco nos acaba de recordar que la Cuaresma es un itinerario de preparación a la Pascua que hemos de ser conscientes de que nuestra vida tiene que ser conforme a Jesucristo en su misterio de pasión, muerte y resurrección.

2. Esto, que es una bella y certera definición del itinerario cuaresmal, tiene que suceder, sobre todo, con un cambio interior, conscientes de que la Cuaresma es un tiempo de gracia. No es un tiempo de miedo sino de encuentro de cada uno de nosotros con el amor salvador de Dios que, en Jesucristo, a través de la misión de la Iglesia, nos quiere llevar a la plenitud de vida, a vivir como hijo de Dios, como persona redimida, con una vida nueva inscrita en nuestro corazón para provecho también de la creación.

3. Nuestros corazones transfigurados por el amor de Dios desde nuestro Bautismo, fuente de todo lo que somos y vivimos por la fe, han de avanzar en la Cuaresma por el camino de lo bueno, de lo noble, de lo bello, de lo digno; siempre naturalmente guiados por el Espíritu Santo y atraídos por el amor entrañable de nuestro Dios. En el camino de la vida cristiana avanzamos por atracción en el amor. Ese es el impulso que nos mueve a caminar hacia el corazón y la fuente del amor: el de Jesucristo muerto y resucitado. Su camino es nuestro camino, su vida es nuestra vida.

4. La actitud clave de este tiempo es la conversión; lo que significa no sólo llorar nuestro pecado, algo imprescindible. Pero no hay conversión sin construir un futuro nuevo para nuestra vida. Lo nuestro, en estos días cuaresmales es abandonar lo que estorba, lo que interrumpió nuestra comunión con Dios, para poner en su lugar una nueva relación armoniosa con Dios y con nuestros hermanos, y con la creación que hoy tanto necesita en su desarrollo la armonía del ser humano. Es necesario, por tanto, que “los cristianos y todos los hombres emprendamos con decisión el ‘trabajo’ que supone la conversión, que es salir de la esclavitud de la corrupción para entrar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios”.

“La Cuaresma es signo sacramental de esta conversión, es una llamada a los cristianos a encarnar más intensa y concretamente el misterio pascual en su vida personal, familiar y social, en particular, mediante el ayuno, la oración y la limosna”. Por ahí es por donde ha de ir el camino de nuestra conversión, y esto hemos de hacerlo con creatividad espiritual, esa que surgen de la pasión por Cristo y de la entrega generosa a nuestros hermanos. Por eso nosotros hemos de saber hacer una cuaresma misionera.

5. El recorrido cuaresmal lo hacemos siguiendo el camino de Jesús, con Él entraremos en el desierto y con Él volveremos al jardín de la comunión con Dios. Así ha de ser la Cuaresma misionera, la que recorren y viven los discípulos misioneros, que han emergido con tanta fuerza en nuestra Diócesis de Jaén, en un despertar alegre de su Bautismo. Será por eso una Cuaresma que nos reafirme en nuestra identidad, en lo que somos y en lo que estamos llamados a ser y a hacer para llevar a Jesucristo al corazón de nuestro mundo.

6. La Cuaresma es tiempo propicio para hacer pasar la vida por el amor de Dios y al prójimo, cultivando todo lo que le dé a nuestra existencia cristiana color misionero; lo que nos lleve al fervor y a la pasión por Jesús. “Aferrados a él pongamos nuestra vida al servicio de los demás. Ojalá nos sintamos apremiados por su amor» (cf 2 Co 5,14) y podamos decir con San Pablo: “¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!” (1 Co 9,16).

7. Nuestro camino será el de la santidad, pero una santidad muy peculiar, nuestra santidad tendrá una tonalidad apostólica. “Cada santo es una misión”. El Cristo del que participamos en esta Cuaresma es un Cristo en misión. Recordadlo bien, dejad que en esta Cuaresma misionera toda vuestra vida de discípulos produzca ‘cristificación’ y por eso santificación; ese es el fruto de una Cuaresma bien seguida. Para eso hay que contemplar el rostro de Jesucristo.

8. Nosotros, jienenses, caminamos en la fe contemplando, desde nuestra mas tierna infancia, el Santo Rostro de Jesucristo, que se encuentra como una preciosa reliquia en la Santa Iglesia Catedral de Jaén. A todos los diocesanos os invito a visitar el Santo Rostro, buscando en Él el amor y el fervor que necesitamos para el desarrollo de nuestra vocación de discípulos misioneros. Los diocesanos tenemos una ocasión única para poner nuestro corazón ante el rostro de Jesucristo y abrirnos a él. No la desperdiciemos, contemplemos y veneremos este bendito rostro que Jesús nos regaló por el amor compasivo de la Verónica.

9. Cultivad en estos días todo lo que fortalezca la conversión en Cristo como discípulos que sienten la urgencia del anuncio del Evangelio. Lo haremos desde la sencillez de nuestra vida de laicos, consagrados y sacerdotes. Nos vendrá muy bien para el cultivo de nuestra vida cristiana, la lectura orante de la Palabra de Dios, el cultivo de la oración, la presencia constante de Dios en nosotros y, evidentemente, la oración en soledad, en silencio, “tratando de amor con quien nos ama”. 

10. No me olvido, por supuesto, de recomendaros en esta Cuaresma la participación en los actos de piedad popular. Los hay que nos unen especialmente a Cristo en el misterio de su muerte y resurrección (Vía Crucis, Vía Lucis). Todo lo que hagamos lo hemos de enriquecer especialmente con el tono y el sentido de la misión. En todos los actos de piedad y religiosidad popular podremos contemplar a Cristo; pero hay algunos especialmente ricos por su arraigo popular y su antigüedad, así como por la riqueza de sus textos y de sus cantos. Os pido encarecidamente que los valoréis, sobre todo aquellos que mejor recojan y concentren la espiritualidad de los sencillos, de los que saben captar la ternura y cercanía de Dios.

11. De un modo especial recomiendo la adoración eucarística en los días de Cuaresma y en una Cuaresma misionera, sin la Eucaristía no hay misión; recomiendo las 24 Horas con el Señor. Es una iniciativa del Papa, acojámosla con la sencillez, aunque para eso tengamos que prescindir de nuestra iniciativa. Nuestra oración será así más universal. Tampoco me olvido que en tiempo de conversión de los discípulos, reconocer nuestra condición pecadora, es sabernos invitados a poner en valor el Sacramento de la Reconciliación. La conversión misionera que buscamos ha de pasar necesariamente por el Sacramento del Perdón, que nos renueva en la gracia y en la vida nueva en Cristo Jesús.

12. También pertenece a la contemplación de un corazón cristiano el ver a Jesucristo en los pobres. La limosna, además, entendida como vivir en el amor a nuestros hermanos, para encontrar en ese amor la felicidad, es imprescindible. Por la limosna nuestro corazón encuentra a Jesucristo en las necesidades de los más desfavorecidos. Cultivad estos días todo lo que produzca la conversión en Cristo, todo lo que nos ayude a encontrarnos con el que vive en nosotros. Todo esto hemos de buscarlo en la sencillez de nuestra vida, en el bien hacer y oler de nuestras cosas pequeñas, de esas que quizás sin ruido hacemos por el amor de Cristo que llevamos en nosotros. En estos días de Cuaresma hemos de hacer pasar nuestra vida por el amor a Dios y al prójimo, cultivando sobre todo lo que le dé a nuestra vida calor misionero.

13. Todo lo que recibamos de Cristo en estos días de Cuaresma hemos de compartirlo en la misión. Cada sacerdote cada consagrado, cada visitador, anfitrión, misionero, cada grupo que se constituya, los visitadores de enfermos, los catequistas, animadores juveniles, acompañantes, etc. Y para que esto sea así, “pidamos a Dios que nos ayude a emprender un camino de verdadera conversión. Abandonemos el egoísmo, la mirada fija en nosotros mismos, y dirijámonos a la Pascua de Jesús; hagámonos prójimos de nuestros hermanos y hermanas que pasan dificultades, compartiendo con ellos nuestros bienes espirituales y materiales. Así, acogiendo en lo concreto de nuestra vida la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, atraeremos su fuerza transformadora también sobre la creación.”

14. Haremos mejor la Cuaresma misionera, si la compartimos con María, Madre de la Iglesia, Estrella de la Nueva Evangelización, la que presta atención contemplativa a la misión de su Hijo y nos invita a colaborar con Él en el bien espiritual y material de nuestros hermanos.

+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén

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