Palabras del Obispo en la Asamblea Diocesana “Permaneced en mi amor” (Jn 15, 9,-16)

19 junio de 2019

Un año para consolidar la fidelidad apostólica

  1. Un poco de memoria

De la comunión

Antes de deciros unas palabras de orientación y aliento para lo que juntos compartiremos en el próximo futuro, voy a hacer un breve recorrido por el camino que hemos hecho hasta llegar aquí. Recordad que nos pusimos en marcha en torno a nuestro Plan Diocesano de Pastoral que, en un primer paso, nos invitaba a forjarnos en la comunión y a identificarnos como discípulos del Señor que caminan unidos en la fe. Comunión, sinodalidad y corresponsabilidad fueron las palabras y los conceptos teológicos claves en los que nos movimos.

Poco a poco, fuimos convirtiendo, en práctica y experiencia, los cauces y ámbitos de participación que la Iglesia nos recomienda para mejor ser sujetos activos y unidos en la misión. Los Consejos de Pastoral y las Asambleas parroquiales salieron fortalecidas como lugares y ámbitos de unidad, que nos invitaban a recorrer los caminos de la fe y de la vida cristiana en unidad. Fue un año para descubrirnos a nosotros mismos como discípulos misioneros del Señor en su Iglesia. Juntos comenzamos a compartir el sueño misionero de llegar a todos.

A la misión

En el segundo año de nuestro Plan de Pastoral se nos ha invitado a reconocernos como Iglesia Diocesana en Misión y a estar disponibles para aceptar en todas nuestras parroquias un nuevo Pentecostés. Una multitud de cristianos y cristianos, evocando a Pedro y a los demás apóstoles, por la acción del Espíritu hemos descubierto la capacidad apostólica, que muchos tenían escondida, para dar testimonio del Evangelio de Jesucristo. A día de hoy, se podría escribir, con el testimonio de muchos sacerdotes, consagrados y consagradas y por un gran número de fieles laicos de nuestras ciudades y pueblos, el libro de los hechos de lo apóstoles de Jaén. Se podía escribir la historia de las mujeres y los varones apostólicos del siglo XXI en esta tierra del Santo Reino.

La Misión Diocesana está sorprendiendo hasta a los más escépticos. Se harán, y se deben de hacer, observaciones, incluso podrán ponerse muchas pegas; pero nadie podrá decir, sin faltar a la verdad, que el Espíritu Santo, que ha actuado en tantos de nosotros, ha errado en su propósito de hacernos llevar la buena noticia del Evangelio a otros. Afortunadamente, hay ya muchos cristianos y cristianas en Jaén que saben, por experiencia propia, que son discípulos misioneros; muchos se han dejado evangelizar y han evangelizado.

2. Una nueva Asamblea para impregnarnos de espiritualidad misionera

Celebramos el misterio de Cristo

Venidos de todas la geografía eclesial y pastoral de la Diócesis de Jaén, estamos aquí un año más para celebrar una asamblea diocesana. Hemos sido convocados a poner en común lo que hemos descubierto en cada uno de los consejos de pastoral de nuestras parroquias, en torno a nuestro Plan Diocesano de Pastoral. Habéis hecho, como se os pedía, propuestas concretas para el año de la oración y de la celebración de la fe. En el próximo curso pastoral (2019-2020) entramos en un asunto primordial en nuestra vida cristiana: CELEBRAMOS EL MISTERIO DE CRISTO.

Se nos propone, además, un objetivo, que estoy seguro de que lo habéis meditado antes de ofrecer vuestras propuestas para el desarrollo de lo que significará para nosotros el año nuevo que preparamos. “Celebrar la liturgia como lugar privilegiado de la comunión con Dios y con los hermanos y alimentar el gusto de los creyentes por su participación en ella. Y potenciar la espiritualidad y la oración personal y comunitaria. Como los primeros discípulos, le diremos al Maestro: Señor, enséñanos a orar (Lc 11,l1).”

Para la fidelidad en la fe

En este año tan esencial para la consolidación de la fe, transitaremos por la riqueza de este objetivo. Nuestro propósito será cumplir la propuesta de Jesús: “Permaneced en mi amor” (Jn 15,9). En efecto, en todo lo que vamos a vivir en esta nueva etapa pastoral se pone en juego nuestra fidelidad. La fe se alimenta en todo lo que vamos a renovar y mejorar, porque todo estará al servicio del encuentro con Jesucristo en la Palabra de Dios, en la oración, en las expresiones y manifestaciones de piedad, en la celebración de los misterios, en la búsqueda de la santidad…

El siguiente paso de nuestro Plan Diocesano de Pastoral quiere consolidarnos en el amor de Cristo. Cuidaremos, pues, todo lo que alimente en nuestra vida la pasión por Cristo. Tiempo habrá, al año siguiente, para afianzar ese amor en la pasión por el pueblo, y en especial en la pasión por los más pobres de nuestros hermanos. Para enriquecernos, en formas y expresiones en las que se afiance en nosotros el amor de Cristo, me vais a permitir que os señale algunos acentos y os haga algunas recomendaciones concretan que nos ayuden en ese empeño.

Vocación a la santidad

Comienzo recordando nuestra vocación a la santidad. Con la Iglesia de nuestro tiempo, la del Vaticano II, y la del magisterio cercano del Papa Francisco, se nos invita a romper con una concepción a veces clasista de lo que significa ser santos. El católico de hoy ha descubierto el derecho a apuntar alto en el ideal de santidad, a aceptar que las bienaventuranzas son también para él su carnet de identidad.

El Año Litúrgico y el misterio de Cristo

Para orientar nuestra vida en un camino de santificación buscaremos renovar en la vida de nuestra diócesis el valor y el significado espiritual y pastoral del Año Litúrgico como itinerario en el que se vayan jalonando experiencias orantes, formativas, celebrativas, que nos ayuden a participar en los misterios de la vida de Cristo. No podemos olvidarnos de que el Año Litúrgico nos sitúa, a lo largo de todo su recorrido, en el misterio de Cristo.

En el clima espiritual que se va creando en cada etapa del Año Litúrgico situaremos la celebración de los sacramentos y la vida litúrgica de la Iglesia. Por eso, todo será hecho con total fidelidad a la gracia que la Trinidad nos ofrece en la celebración de los misterios de la fe ofrece y con fidelidad a la apertura individual y comunitaria del pueblo santo de Dios que celebra.

El domingo, día del Señor

El domingo, día del Señor, día del cristiano, día de la Iglesia, pascua primordial del cristiano, ha de renovarse, para que llegue a ser una experiencia deseada, que nos haga sentir, a cuantos más mejor, que sin el domingo no podemos vivir. “Sine dominico nos possumus” (mártires de Abitinia). Es mucho lo que hay que hacer en catequesis, formación, organización pastoral, esmero espiritual, respeto litúrgico, cultivo de motivaciones, para poder llegar a convertir el domingo en centro de vida espiritual, eclesial y social de nuestras comunidades cristianas.

La Eucaristía dominical

Habrá de cuidarse, con especial esmero, la centralidad de la Eucaristía dominical, hasta que sea realmente lo que es teológicamente, centro y culmen de la vida cristiana. Todo lo que en la Eucaristía dominical enriquezca y embellezca la vida de la comunidad, habrá de cuidarse: el tono y el respeto celebrativo, el servicio de la palabra, el embellecimiento por la música, el silencio meditativo, los gestos de piedad y fervor, en fin, todo lo exprese el misterio de la presencia servidora del Señor.

Centralidad de la Palabra de Dios

Es imprescindible que la Palabra de Dios ocupe su centralidad en la vida pastoral de nuestras comunidades. La Palabra hace contemplar a Cristo en la vida de la Iglesia. Por eso, es muy importante, la animación bíblica de cada uno de los pasos, de las acciones, de los planes, de los procesos e itinerarios, en definitiva, de todo cuanto sucede en nuestras parroquias. La Palabra no pude dejar de iluminar todo cuanto hacemos. Es esencial, como nos ha dicho la Iglesia, la animación bíblica de toda la pastoral (V.D. 73). “Se trata de lograr que todas las actividades habituales de la parroquia, grupos, movimientos se interesen por el encuentro personal con Cristo, que se comunica en la Palabra”, Eso significa que hay que conocer y valorar la Biblia, para saber leerla y escucharla según la fe de la Iglesia. Es importante para todos reconocer que “la ignorancia de las Escritura, es ignorancia de Cristo”. La lucidez de San Jerónimo nos debería de interpelar a todos.

La piedad popular, “tesoro del pueblo cristiano”

No podemos olvidarnos en este año de especial acento en la espiritualidad, de la piedad popular, en la que es tan rica y a la que es tan sensible la vida cristiana de nuestra tierra andaluza. Este es un pueblo que sabe expresar su fe con este acento tan rico y singular. Por eso, no olvidemos que la piedad popular no es una cuestión meramente estética, que también es fuente de espiritualidad, “es un verdadero tesoro del pueblo cristiano”. De ahí que haya sido calificada como “lugar teológico”, y eso significa que Dios se manifiesta en ella. Estar, por tanto, en las entrañas mismas del pueblo cristiano, para encontrar y sacar lo mejor que hay en él, para saber convertir lo que siente y ama en un camino de santificación, es para nosotros una responsabilidad pastoral imprescindible.

La parroquia, “casa de oración”

Por último, os animo a convertir a nuestras comunidades parroquiales en “casas de oración”, en las que los hijos de Dios se reúnen en un mismo Espíritu, para escuchar la Palabra, contemplar a Jesús y sentir su amistad, hablando de amor con quien sabemos que nos ama. Me consta que hay deseos entre vosotros de experiencias fuertes y cálidas de oración que os pongan en contacto y en encuentro con Jesucristo. De ahí que sea necesario que en todas las edades y en todos los sectores de la pastoral ordinaria de las parroquias se haga una santa y sabía pedagogía de la oración. Siempre cuidaremos, no obstante, de que sea una oración que motive, anime y proponga una novedad de vida, especialmente en la misión y en el servicio. Orar desde la vida, orar para la vida.

Con María de la Cabeza

En fin, hermanos y hermanas, tengamos todos una buena disposición para vivir con total intensidad este gratificante año, en el que la gracia del Altísimo estará generosa con todos nosotros. Que la Llena de Gracia, Trono de la Sabiduría y Modelo de entrega a Dios, Santa María de la Cabeza, nos acompañe y proteja en este camino de encuentro con su Hijo Jesucristo. Así sea

+ Amadeo Rodríguez Magro,
Obispo de Jaén

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