Octubre y el Rosario

26 septiembre de 2012

 

donramonMuy queridos fieles diocesanos: 
     1. Cuando una práctica de piedad llega a calar muy hondo y universalmente en el pueblo cristiano, se pude afirmar que forma parte del alma de la Iglesia y que es el Espíritu Santo quien la está sosteniendo, como manifestación práctica de la fe del pueblo de Dios.

     Así podemos afirmarlo del rezo del Santo Rosario, devoción mariana de un largo desarrollo en el tiempo. Santo Domingo de Guzmán tuvo la intuición de organizar y llevar a los fieles esta oración, ya incipiente en los monasterios de la Edad Media para frailes no de letras.

      La Orden de Predicadores, sobre todo, y también la Orden Cartujana, la fueron extendiendo por toda Europa y, más tarde, por los territorios de misión, ¡Cuántos rosarios hemos rezado muchos desde niños! ¡Cuántas gracias y bendiciones nos llegan por esta sencilla oración!       
     2. Recordemos, ante el próximo cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, su clara exhortación en el sentido del que los hijos de la Iglesia: “fomenten con generosidad el culto a la Santísima Virgen, particularmente el litúrgico; que estimen en mucho las prácticas y los ejercicios de piedad hacia ella, recomendados por el Magisterio en el curso de los siglos…” (LG 67).

Sin duda que, entre las prácticas de piedad en honor de la Santísima Virgen, debemos señalar el rezo del Rosario ya que los últimos Pontífices así nos lo recuerdan, no solo con sus enseñanzas sino también con la práctica personal de este ejercicio divino de piedad.
     Recordemos, también, la preciosa Carta Apostólica del Beato Juan Pablo II, Rosarium Virginis Mariae del año 2003 y su proclamación del Año del Rosario, en la que podemos leer: “Recitar el Rosario es en realidad contemplar con María el Rostro de Cristo” y contemplar el “Rostro de Cristo, en compañía y a ejemplo de su Santísima Madre” (n. 3).
     Esa contemplación no es únicamente, por tanto, sobre la Virgen sino que, con Ella y como Ella, contemplamos a Cristo. Para ello nada mejor, podemos leer en esa misma Carta Apostólica, que “recorrer las escenas del Rosario…, ir a la escuela de María para leer a Cristo, para penetrar sus secretos, para entender su mensaje”. (n. 14).
     3. El próximo día 6 de octubre dará comienzo el Sínodo de los Obispos, en Roma, sobre “La Nueva Evangelización para la transmisión de la fe cristiana”, declarándose por el Santo Padre, con esta ocasión, Doctor de la Iglesia universal a San Juan de Ávila, impulsor de la Universidad de Baeza.
     El día 11 de octubre comenzarán, asimismo, el Año de la Fe, promulgado por Su Santidad, Benedicto XVI, en coincidencia con el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y el vigésimo aniversario, también, de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica.
     Se trata de acontecimientos eclesiales muy relevantes, como bien sabemos. Pensemos, junto a María nuestra Madre del cielo, desde nuestro ser y fe cristiana, sobre la urgencia pastoral de una Iglesia radicalmente misionera, para dejarnos interpelar, cada uno, por el mandamiento misionero de Jesucristo a partir de los desafíos del mundo actual. Celebremos un DOMUND especial al calor del Sínodo de los obispos, en este año.
     Imposible imaginar, por otra parte, lo que sería la Iglesia de hoy sin el Concilio Vaticano II. Los documentos del Concilio no han perdido su belleza y actualidad.
     Acojamos de nuevo a sus enseñanzas y tomemos en nuestras manos el Catecismo de la Iglesia Católica para que siga ilustrándonos sobre la belleza y la fuerza de nuestra fe.
     4. No dejemos pasar tantas gracias. Es buena la ocasión para ofrecer el rezo del Santo Rosario a favor de tan importantes hitos eclesiales, contemplemos también en el Plan Pastoral diocesano, para que produzcan frutos abundantes a favor de la Nueva Evangelización.
     Ruego especialmente a los sacerdotes, que tomen parte activa e informen a sus fieles encomendados, sobre estos importantes acontecimientos eclesiales del próximo mes de octubre, que encomendamos, en sus frutos, a la Santísima Virgen del Rosario.
     Con mi afecto agradecido en el Señor.
     + RAMÓN DEL HOYO LÓPEZ, OBISPO DE JAÉN

 

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