Los delirios de la razón: la ideología de género, el animalismo y la eutanasia

6 febrero de 2019

A PROPÓSITO DE LA OBRA DE JEAN–FRANÇOIS   BRAUNSTEIN “LA PHILOSOPHIE DEVENUE FOLLE”[1] (La filosofía se ha vuelto loca).

1.- Un libro políticamente incorrecto.

A mediados de noviembre del 2018 Fernando Savater publicaba un artículo[2] en el que comentaba el acuerdo unánime de nuestros parlamentarios para que la filosofía volviese a entrar con pleno derecho en el curriculum de la enseñanza secundaria. Hasta ahí, salvo la sorpresa de que nuestros políticos se pongan de acuerdo en algo, nada que objetar. Lo que me llamó la atención estaba al final del artículo. Savater afirmaba que  a diferencia de  la ciencia que busca pruebas, la filosofía  busca  argumentos, los mejores argumentos. Los que dedicamos parte de nuestro tiempo a la filosofía sabemos que las grandes preguntas siempre permanecen abiertas. Estos argumentos, apostillaba Savater, han llevado a la genialidad en el mejor de los casos y al delirio en el peor de ellos. Para confirmar esto último recomendaba la lectura del último libro de un reconocido  filósofo  francés.  El artículo terminaba así: “Los amigos de la filosofía deben leerlo y procurar que no lo lean los legisladores poco imaginativos, por si nos dejan otra vez sin ella (entiéndase la filosofía) … Hay amores que matan cuanto ignoran”. Con esta recomendación  no pude evitar hacerme con el libro. Su lectura corroboró la afirmación de Savater, un texto políticamente incorrecto  para la cultura mediática de nuestra querida España (esto hará, me temo, que ninguna editorial relevante lo traduzca y publique en español). Desde luego los mismos que propusieron este reconocimiento de la filosofía en orden a la formación de los jóvenes hubieran vetado este texto porque torpedea la zona de flotación de su nave ideológica. Desde ese momento pensé  escribir este artículo y publicarlo  en el atrio de los gentiles. Aquí no aparecerá directamente el tema de Dios y la fe, pero sí la necesidad de fundar un humanismo sobre bases sólidas frente a esa opa hostil que, desde diversos frentes, se lanza contra lo humano. Y en ese humanismo el cristianismo tiene mucho que decir porque todo lo auténticamente humano es cristiano.

2.- Comentario a la obra F. J. Braunstein  La Philosophie  devenue folle.

2.1- Razones para leer la obra de Braunstein.

De vez en cuando se editan textos que  nos permiten reconciliarnos con la filosofía. Quizás este sea el primer mérito de la obra publicada por Jean- François Braunstein La philosophie devenue folle. El segundo, y no menos importante,  es que muestra como el sentido común  puede encontrar su sitio entre la ciudadanía.

Hay cuestiones  que en un momento determinado  cobran una inusual relevancia. Braunstein aborda tres   de los grandes debates que se plantean en la actualidad, concretamente aquellos que versan sobre la teoría o ideología de género, el debate en torno a los supuestos  derechos de los animales y, finalmente el que aborda  la cuestión de  la eutanasia.  Disciplinas como la bioética o los estudios sobre las teorías de género tratan de estos  temas en el mundo académico. Algunos podrían considerar que el acercamiento conceptual entre lo animal y lo humano, el poder decidir la propia muerte o la abolición de los límites de la identidad relacionados con el género, son tendencias filosóficas que entroncarían con lo políticamente correcto pero  que finalmente serían inofensivas. Nada más lejos de la realidad, las contradicciones  en las que incurren, las consecuencias inquietantes derivadas de unas ideas que encuentran ecos en la legislación de algunos países, entre ellos España, los daños irreversibles que pueden causar en adolescentes y jóvenes, el socavamiento de los principios humanistas más básicos, etc., las convierten en todo menos en inocuas. El texto de Braunstein trata de desenmascarar  estos delirios  que son síntomas de una razón enferma.

“La teoría de género, los derechos de los animales y el entusiasmo por la eutanasia, indica Braunstein,  se basan en las mismas fuentes de amor y benevolencia universal, evitación del dolor y la tragedia. Sin embargo… (finalmente) estos buenos sentimientos conducen a las peores aberraciones. Si uno sigue hasta el final los razonamientos de los eminentes académicos … (que las defienden), uno llega a conclusiones que no solo son absurdas sino abyectas”[3].

Precisamente este es uno de los grandes logros de nuestro autor.  Él no realiza una crítica exhaustiva de los presupuestos de los que parten estos los teóricos (John Money, Judith Butler, Peter Singer, Martha Nussbaum, Donna Haraway…), simplemente se limita a poner de manifiesto sus razonamientos y las conclusiones a las que llegan. Su  exposición, saludablemente  irónica, muestra  las contradicciones en las que incurren, sus derivas absurdas y, lo peor, las ideas abyectas que nos proponen. La obra de Braunstein podría perfectamente situarse  entre el sarcasmo de El elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam y la crítica de las ideologías de La ideología alemana  de Marx y Engels.

Otro de los aspectos interesantes de este libro es que no  puede tildarse a Braunstein de ser un representante de alguna trasnochada confesión religiosa, permítaseme la ironía,  pues él es agnóstico. Esto impide que  se le pueda descalificar de principio (lo que se conoce en lógica como falacia ad hominen) como, por otra parte y de modo burdo, se suele hacer cuando estas cuestiones las trata un creyente.

2.2- Contradicciones y delirios.

El libro aborda tres temas fundamentales: genero, derechos de los animales y eutanasia, todos vinculados en ese intento inhumanista de abolir los límites que definen la propia humanidad. Veámoslo   más detenidamente.

2.2.1- Teorías de género  versus ideología de género.

Cuando hablamos de sexo tomamos como referencia los aspectos biológicos  que nos distinguen como varón o mujer. Al referirnos al genero la perspectiva cambia, aquí nos fijamos en los roles sociales y aspectos culturales, podríamos decir lo construido. También debemos distinguir entre la identidad sexual que, salvo casos excepcionales,  suele estar determinada biológicamente  y la orientación sexual que se establece en la adolescencia coincidiendo con la época completa de desarrollo cerebral y donde la gran mayoría se orientan heterosexualmente. Que la cultura influye en  el rol del hombre y la mujer es algo evidente. Que la biología, el sexo,   es un condicionante fundamental  también parece ser evidente. En el ser humano se da un dimorfismo sexual (diferencias entre sexos)  que se manifiesta en la anatomía  de nuestros cuerpos y  de nuestros cerebros. Como es obvio el dimorfismo sexual influye en todas las dimensiones  del ser humano,  psicológicas, cognitivas,  sexuales, etc. Y dado que somos bio-psico- sociales todo está entreverado culturalmente, algo   también evidente.  Precisamente estos hechos son puestos en cuestión por los defensores de la teoría de género, para ellos el sexo es algo  totalmente secundario. El género sería una pura construcción sociocultural y en última instancia dependería de una decisión personal.  El problema es que está visión carece de fundamento científico y los presupuestos  filosóficos en los que se basa son muy  cuestionables. Por  lo tanto estas teorías se encuadrarían perfectamente en lo que entendemos por  ideología. La ideología se caracteriza por ajustar la realidad a la teoría y no la teoría a la realidad. Su interés no es ponerse en  búsqueda de la verdad sino recrear la realidad según sus visiones, deseos e intereses.

Los orígenes de las llamadas “teorías de género” las podemos encontrar en los experimentos del  especialista en hermafroditismo que fue John Money, o las especulaciones de Judith Butler que llevaron a la negación de la realidad físico- sexual. Estas ideas delirantes han llevado a una  total fragmentación de identidades sexuales. Aquí se suele hablar de LGTIB, pero el panorama,  si nos atenemos a la clasificación del The Daily Caller,  es de 31 identidades distintas. La cuestión no pasaría de una anécdota divertida si las consecuencias fueran inocuas, sin embargo esto no es así.

Si atendemos a la filosofía, las teorías de genero implican  un retorno al dualismo que conlleva la separación mente/cuerpo, y manifiestan un deseo más o menos oculto de acabar con el cuerpo, nos situaríamos en la más pura tradición gnóstica. Pero veamos  algunas de las conclusiones delirantes a las que nos llevan. “Si aceptamos la idea de que el sexo biológico no importa y que el género es electivo, señala Braunstein, será difícil evitar la consecuencia de que nuestro cuerpo está completamente a disposición de nuestra voluntad y que podamos decidir transformarlo a voluntad. Si la “identidad” también es electiva debe ser posible para todos pasar de un género a otro”[4].  Sí el género no está relacionado con el sexo, ¿por qué no cambiarlo cada mañana a gusto de cada uno? Si el cuerpo está totalmente a disposición de nuestra conciencia  ¿por qué no modificarlo hasta el infinito?  Fijémonos ahora en la dimensión ética. Qué queda de la ética médica cuando la cirugía esta se realiza en operaciones de cambio de sexo  por medio de un tipo de faloplastia o vaginoplastia,  esto llevaría a plantear cuestiones como las siguientes : ¿ debería amputarse a una persona cualquier órgano sano por el hecho de que esté disconforme con él? , ¿soluciona una intervención quirúrgica el problema psicológico?, y qué ocurre cuando además estos casos se presentan a ser atendidos por la seguridad social. Quizás tendremos que revisar el juramento hipocrático.

2.2.2-  El tema del animalismo.

“Los animales son tan humanos como cualquier otro”  Estefanía de Mónaco dixit. Si tenemos que definir la postura de los animalistas podríamos sintetizarla así: los seres humanos son una especie animal más, no hay criterios que permitan defender la existencia de una diferencia cualitativa con otras especies. Hablar de diferencias cualitativas entre los animales y los hombres sería mantener una postura especieista (neologismo creado por Peter Singer que le permite establecer una analogía entre el creernos superiores a otros animales con el racismo). La separación entre el hombre y el animal no es  más  que una separación arbitraria y obsoleta denunciando su esencialismo, pues separan en categorías distintas lo que no es más que un continuo.

Las contradicciones y los absurdos a los que lleva este pensamiento que difumina los límites de lo humano y lo animal son notorios. Por ejemplo, mientras algunos humanos no adquirirían el rango de personas  algunos animales sí. Aquí reside el aspecto más nocivo: para evitar el especieismo es necesario tratar a los seres humanos como meros animales. Así por ejemplo, Peter Singer  cree que la vida de un mamífero como un perro o un cerdo, vale más que la vida de algunos  hombres mentalmente discapacitados, los niños pequeños  o los  ancianos seniles.   Singer, coherente con sus principios, distingue entre personas humanas que tienen gran valor o humanos, que ya no son personas, cuyas vidas tienen poco valor. Cualquier lector con sentido común dirá que, básicamente, el nazismo no es incompatible con el pensamiento de Singer.  Si no hay diferencia entre lo animal y lo humano, ¿por qué no hacer experimentos científicos con personas en estado de coma en lugar de hacerlo con los animales? ¿Por qué no tenemos relaciones sexuales con nuestro perro? Cualquiera de nosotros puede imaginarse todo tipo de ideas descabelladas que pueden inferirse siguiendo esos razonamientos.   La cuestión es cómo  se puede negar la diferencia cualitativa entre los humanos y los animales atendiendo al puro dato fenomenológico, algo   establecido desde milenios. ¿No está suficientemente fundamentada ontológicamente cuando uno ve la ambigüedad de una naturaleza humana que se niega a ser simple animal como lo atestiguan las culturas, las normas morales, la legalidad, el arte, la religión, la filosofía, la ciencia, … incluso las locuras de estos pensadores, etc.?

2.2.3.- La eutanasia.

La tercera parte trata sobre la trivialización de la muerte y la cuestión de la eutanasia. Braunstein se asombra de que “especialistas del comité ético” estén más preocupados por la posibilidad de matar que por la búsqueda de la nueva vida, a nosotros nos ocurre igual. Algunos de los defensores de la eutanasia, Peter Singer entre otros, siguiendo la lógica de sus razonamientos señalan que esta no debe afectar solo a las personas que están a punto de morir en hospitales, sino que debería aplicarse a los humanos con ciertas discapacidades, incluidos los niños. Hay  en algunos  una defensa bastante atroz del infanticidio y, más en general, de la supresión de vidas que no merece la pena que sean vividas. Se nos ofrecen también ejemplos de discusiones  sobre la edad de matar niños; Francis Crick, por ejemplo, llegó a manifestar que el niño no debería considerarse humano hasta tres días después de nacer. Otros van más allá pues piensan que hay que esperar a la manifestación de la autoconsciencia y de algunas habilidades morales. Si hay vidas que merecen la pena y otras que no, ¿por qué no liquidar a los discapacitados, incluidos los niños que consideraríamos  defectuosos? ¿Por qué no nacionalizar los cuerpos de los moribundos en beneficio de los humanos más prometedores? Les invito a que sigan sacando consecuencias de estos planteamientos para comprender por qué Braunstein habla de delirios y de mentes perturbadas.

3.-  Los problemas de una ideología que se confunde con la ética.

El gran error en el que incurren estos pensadores es querer borrar los límites entre los sexos, entre los animales y los humanos y entre los vivos y los muertos.  La búsqueda de la continuidad absoluta entre los géneros, las especies,  la vida y la muerte está llena de contradicciones y de derivas inquietantes. Si no tenemos en cuenta los límites que nos definen terminamos por olvidarnos de quienes somos. Y si, la filosofía se vuelve loca cuando olvida al hombre. El éxito de estas ideas no es inofensivo. Alimentados con este tipo de discursos, es probable que los hombres olviden el recuerdo de sí mismos como magistralmente dijera Pascal: “Cuando uno estropea la mente, uno también estropea el sentimiento… Así lo bueno o lo malo se forma o se estropea. Por eso es importante saber elegir, entrenarlo y no estropearlo”, o sea nos jugamos mucho en estos debates.

Detrás de la eutanasia, el transgénero y el animalismo  también está  lo que definió Freud  como el impulso de muerte. La indiferenciación es el retorno a lo inorgánico. El impulso de muerte se va apoderando de la sociedad en su conjunto: acumulación ilimitada, crisis de valores, destrucción de los límites y fronteras en la moral, en la política, en la familia y el desencadenamiento de una tecnociencia que se cree todopoderosa. Las ideas no caen del cielo, no, son fruto de la imaginación pervertida y expresión de las contradicciones sociales. La voluntad de muerte sería el concentrado de las contradicciones sociales.

El individuo contemporáneo se ha degradado en individuo narcisista y anónimo que afirma conocer todos sus deseos particulares desafiando el sentido común. Con el magisterio de los medios de comunicación, la música que nos aturde hoy es la antítesis de lo que los espíritus necesitan escuchar para encontrarse y recordarse a sí mismos. La mente entrenada en estas ideas perturbadas no puede escapar ilesa de este balanceo del sentido común. Un sentido común puesto en entredicho por una filosofía moral  llena de  locuras, con   tesis   que en algunos casos resultan bastante repugnantes. Es la ética de un mundo definido por el utilitarismo y pragmatismo. Pero no podemos olvidar que una ética que no distingue  entre el animal y el hombre, lo masculino y lo femenino, la vida o la muerte, libertad o esclavitud, una ética que elimina todo límite  es más ideología que ética. Los contenidos aberrantes cambian según los tiempos, lo que no cambia es la porosidad de los espíritus a la seducción maliciosa.

¿Dónde reside la fuerza  seductora de estas ideas? Para muchos de nuestros coetáneos el problema es que las cosas son como son, no como yo quiero que sean y esto no puede ser así. Las cosas tienen que ser como  en cada momento deseamos que sean. Me revelo contra el ser, la verdad o la necesidad que me contradiga, y apuesto por el deseo ilimitado y la imaginación desbordada. Hoy se da un deseo de evitar a toda costa el dolor psicológico y evacuar de la vida cualquier noción de tragedia. Aquí radica la fuerza seductora de estas ideologías.  Como toda ideología uno  comienza por causas que parecen muy humanas pero al dejarse llevar por una razón delirante se  termina en el total inhumanismo.

4.- Conclusión: una apuesta por la razón y por el sentido común.

“Cuida tu alma” dijo Sócrates. Hay que entender lo que significa pensar. Con Sócrates la experiencia filosófica pone en juego una revelación de la razón que hace imposible establecer postulados cuya arbitrariedad no sea una arbitrariedad definida: la de los límites de nuestra razón común,  lo que Descartes llamaba el sentido común. Se trata de liberar en nosotros esa dimensión que trasciende nuestro pathos y nos permite experimentar nuestra pertenencia a una comunidad de valores y significados. Es el principio del respeto que debemos a nuestra propia humanidad. La fascinación que ejercen sobre nosotros esas ideas delirantes alimenta nuestro auto-odio frente a una tradición humanista que defiende el significado de la nobleza humana. Mientras la naturaleza obliga, el odio a sí mismo lo permite todo. Trabajemos por pensar bien, aquí está el principio de la moralidad, decía Pascal.   Frente a ese inhumanismo, que cierto  progresismo ha ido inoculando  a fuerza de sentimentalismos y simplismos, hace falta una sólida propuesta humanista que se asiente en el sentido común o mejor en palabras de George Orwell: en la decencia común. Es necesario limpiar un poco y recoger la basura que se ha sembrado en muchas mentes llegando a manipularlas. Los discursos sobre el amor y la tolerancia, sobre los animales maltratados o sobre la eutanasia para eliminar los sufrimientos, que muchos  suscriben de inmediato, conducen a conclusiones absurdas e impactantes. Ante tal estupidez,  dice  Braunstein, solo se puede recordar la fórmula de George Orwell: ““Tienes que ser un intelectual para creer tales cosas: una persona común y corriente nunca podría lograr un trabajo así”…… Pero también podemos esperar siguiendo a Orwell,  que tales propuestas ofendan a la “decencia ordinaria” de todo ser humano digno de ese nombre: “mi principal motivo de esperanza””.  “Esto se debe, agrega Orwell, al hecho de que la gente común  siempre se ha mantenido fiel a su código moral””[5].

Como escribiera Alain “le printemps a toujours le mème hiver à vainçre” (La primavera siempre tiene el mismo invierno que conquistar), siempre tendremos que luchar con las ideas deshumanizadoras de cada época. Por tanto, es necesario rechazar las bases de estos razonamientos. En la moralidad no se trata de preferencias o placeres que en general deben de ser maximizados, se trata de situaciones particulares y de hombres reales, por lo que algunos casos son permisibles y otros no. En estos casos sería mejor confiar en las tradiciones de la humanidad, nos referimos a ese sentido común que laboriosamente  ha ido decantándose a lo largo de los siglos. Ese sentido común nos enseña que hay casos que ni siquiera deben ser considerados cuando uno es un ser humano suficientemente civilizado. Por ejemplo como dice Anne Maclean: “si no matas a un bebe es simplemente “porque no se hace”. Tratar de demostrar lo contrario ya es criminal. Si practicas el infanticidio, al menos por ahora y en la mayoría de los casos sientes algo de vergüenza. El mismo Singer reconoce que matar a su madre que tiene  Alzheimer no es tan fácil. La zoofilia probablemente se práctica, pero no se siente como una relación romántica normal y rara vez se presenta al animal a la familia. Es un juego hermoso de la mente, un desempeño artístico, cambiar de identidad sexual a voluntad, pero exigir que la sociedad se reconstruya por completo, por medio de la educación, las leyes y la medicina, para satisfacer estos juegos en los límites entre los sexos es una demanda que nos parece exorbitante[6].

Sócrates pide a sus discípulos que continúen dando vida a la pequeña música del alma expuesta a ser inaudible por el prestigio del sofista. Sócrates está condenado a beber la cicuta mientras Singer y compañía ocupan las prestigiosas cátedras universitarias. Pero Sócrates siempre será recordado mientras que los sofistas que le hicieron beber la cicuta cayeron en el olvido. Es el destino de todo sofista. La humanidad puede experimentar momentos de eclipse de razón pero esto eclipses no son eternos. El oscurantismo y la servidumbre no son nuestro destino, pero a veces hay que ir al final de la noche para encontrar la luz del día.

Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y profesor de Filosofía

 

[1] Jean –François Braunstein, La philosophie devenue folle. La genre, l’animal, la mort,  Grasset, París 2018.

[2] F. Savater, Filósofos. Hay quien dice que la filosofía enseña a pensar, como si los que no la han estudiado no pensaran o pensaran mal, el País, 17 Noviembre 2018, https://elpais.com

[3]  Jean –François Braunstein, La philosophie devenue folle. La genre, l’animal, la mort.  pg. 377.

[4] Jean –François Braunstein, La philosophie devenue folle. La genre, l’animal, la mort. Pg. 378.

[5] Jean –François Braunstein, La philosophie devenue folle. La genre, l’animal, la mort. pg. 379.

[6] Ib. 380.

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