Homilía de la Misa de Acción de Gracias por la Canonización de Santa María de la Purísima de la Cruz

18 noviembre de 2015

Saludos…

1. No deja de ser una gracia extraordinaria de Dios, el que una familia religiosa, como la Compañía de las Hermanas de la Cruz, cuenten con dos santas canonizadas en muy pocos años: Su Fundadora, Santa Ángela de la Cruz, el 4 de mayo de 2003, y la que fue séptima Madre General, desde el año 1977 hasta su muerte, el año 1998, Santa María de la Purísima de la Cruz, canonizada el pasado 18 de octubre de 2015.

Aun permanecen muy vivas, en quienes pudimos acompañar en Roma a las Hermanas de la Cruz en tan importante acontecimiento eclesial, o quienes siguieron la ceremonia por TV, aquellas imágenes del día de la canonización de la Madre María de la Purísima. No nos cansamos de dar gracias por ello, y de nuevo nos reunimos, en este primer templo diocesano de Jaén, para presentar ante el Señor nuestro agradecimiento por contar nuestra Madre la Iglesia con una nueva intercesora y la vida ejemplar de una de sus hijas, consagrada a Dios en la Compañía de las Hermanas de la Cruz de Sevilla.

2. Había nacido en Madrid el año 1926. A los 18 años ingresó en la Compañía. Hizo su profesión temporal como religiosa en el 1947 y su profesión perpetua en 1952. Desempeñó distintas responsabilidades, hasta asumir el oficio de Madre General que se extendió por más de veinte años. Fue beatificada en Sevilla a los once años de su muerte y, el dedo de Dios, ha sellado muy pronto también su proceso de canonización, transcurridos apenas cinco años. Algo singular y admirable.

Al dar gracias a Dios por todo ello, felicitamos también a las Hermanas de la Compañía de la Cruz pues este reconocimiento eclesial refuerza la garantía de sus Constituciones y carisma, como camino seguro de santificación.

Nos alegra pensar que, la nueva santa, pisó el suelo de esta Iglesia particular de Jaén y sembró entre nosotros la buena semilla del evangelio de la misericordia, sobre todo en la comunidad de Lopera, donde ejerció como directora del colegio,  y posteriormente en la de Linares en la que tanto tuvo que ver para su fundación. No olvidemos las distintas visitas canónicas que realizó a las comunidades de Arjona, Torreperogil y Villacarrillo. Cuando nos preparamos, con renovada ilusión, para la celebración del Jubileo Extraordinario de la Misericordia su vida y espiritualidad podría sintetizarse en su fiel entrega al camino de las Bienaventuranzas. Su fidelidad el carisma de Santa Ángela de la Cruz, su docilidad a la voz de la Iglesia y su Magisterio y profunda devoción a la Santísima Virgen María, a la Santísima Eucaristía y al Sagrado Corazón de Jesús, completarían el perfil de su personalidad espiritual. Sembró con abundancia la buena semilla en sus escritos a favor de las Hermanas y sus enseñanzas permanecen y permanecerán por mucho tiempo, seguro que con frutos abundantes. Por todo ello damos gracias a Dios.

3. Vivió lúcidamente su presente, como nos animan las lecturas santas proclamadas de la liturgia de este Domingo, pero en ningún momento perdió de vista la etapa última y la perspectiva del fin de su vida terrenal, camino de la eternidad. Es propio de la persona sabia y santa articular perfectamente el presente y el futuro desde la fe.

En todos los tiempos y culturas se ha mantenido siempre viva la curiosidad e interrogantes por conocer el cómo y el cuándo del final de este mundo, así como sobre su origen. Las ciencias siguen dando respuestas, pero lo que subyace en el fondo del problema son preguntas de mayor calado como ¿quiénes somos?. ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, ¿cuál es nuestro futuro?, ¿cuál es el final?.

Sobre ese final nos habla hoy Jesús mediante un lenguaje simbólico. Se trata de un lenguaje literario complejo que lee la historia desde una perspectiva trascendente, en concreto desde el plan salvífico de Dios.

Mediante el Profeta Daniel (Dn 7, 13-14) Jesús anuncia la venida final del Hijo del hombre, investido de gloria y de poder. Se trata de un acontecimiento maravilloso de luz, y no de una catástrofe. Comenzará una realidad nueva, una vida nueva. Con palabras del Apóstol Pedro (2Pe 3, 13): “Esperemos unos ciclos nuevos y una tierra nueva, en que habite la justicia”.

¿Por qué hacer cálculos y fijar fechas sobre cuándo sucederá? Es inútil y un vano intento. Jesús en el Evangelio (Mc 13, 24-32) elude ese planteamiento. Nos viene a decir que no lo sabe nadie, sólo el Padre celestial.

Lo que importa no es hacer especulaciones, sino vivir cada día y cada momento sin perder de vista aquel acontecimiento final.

Nuestra vocación cristiana es escatológica porque supone vivir en todo momento como que el Señor llamará a nuestra puerta cuando menos lo esperemos, por ello advierte Jesús que estemos siempre vigilantes y preparados. Así nos lo da a entender mediante la parábola de la higuera, que es invitación a la esperanza y confianza en la Providencia divina.

4. Santa María de la Purísima, vivió este itinerario de la mano del Señor y de la Santísima Virgen María. Fue escalando la cima, paso a paso, desde su entrega plena a la voluntad de Dios, mediante sus tres votos. Fue haciéndose santa, podríamos decir, día a día, partiendo de “su nada” y buscando “su todo” en Dios.

Como escuchamos de labios del Santo Padre en la Homilía del día de su reciente canonización: “sacando de la fuente de la oración y de la contemplación, vivió personalmente con gran humildad el servicio a los últimos, con una dedicación particular hacia los hijos de los pobres y enfermos”.

Perfecto resumen de su vida que hacemos nuestro, al tiempo que solicitamos su intercesión para que también nosotros vayamos ascendiendo, día a día, a la cima de nuestra santificación personal, por el camino de una continuada conversión, siempre gracias a la ayuda de Dios.

5. Que con nuestra Madre la Virgen Santísima vele desde el cielo, junto con Santa Ángela, por la Compañía de las Hermanas de la Cruz, por las nuevas vocaciones a favor de esta querida familia eclesial y también por esta Diócesis de Jaén, por sus sacerdotes, consagrados, consagradas y fieles en el día de la Iglesia Diocesana, a la que destinaremos las ofrendas de esta celebración. Así lo pedimos al Señor. Amén.

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