¿Es razonable creer en el cristianismo? II. La resurrección de Jesús

3 noviembre de 2020

1.- ¿Es creíble la resurrección de Jesús?

Parece obvio que la resurrección es la piedra angular para hablar de Dios. Cuando nos planteamos: ¿resucitó realmente Jesús?, los cristianos nos solemos remitir simplemente a la autoridad de la Biblia, sin embargo desde el siglo XIX, la historiografía, calcada del modelo de las ciencias naturales, ha insistido en no aceptar de entrada las afirmaciones bíblicas como palabra de Dios, sin comprobar primero su autenticidad histórica. Nosotros vamos a aceptar el reto, vamos a remitirnos a los textos como nos acercaríamos a  otras fuentes históricas antiguas sin más fiabilidad que la de unos textos griegos llegados desde el siglo I de nuestra era.  Para el análisis de las fuentes históricas  sobre la resurrección  podemos utilizar  el método que Gary Habermas[1]   define como de hechos mínimos, Habermas propone una serie de herramientas que podemos aplicar a las fuentes de que disponemos, entre ellas  destacaría la existencia de fuentes cercanas a los hechos,  la existencia de múltiples fuentes, los testigos presenciales o el testimonio vergonzoso (aquel testimonio que no se daría si la escena fuera una pura invención).  La idea central es  desvelar aquellos hechos que aceptarían la mayoría de los eruditos, sean creyentes o no. Una vez destacados  buscaremos la explicación más plausible, primero explicaciones de tipo naturalista, si no las encontramos habremos de reconocer que la evidencia recogida  apunta a la hipótesis sobrenaturalista como la mejor.

1.1-Hechos que avalan la resurrección de Jesús.

1.1.1- La existencia histórica de Jesús y su muerte por crucifixión.

La existencia histórica de Jesús es un hecho prácticamente incuestionable para el mundo académico, simplemente decir que además de los textos neotestamentarios podríamos citar fuentes extrabíblicas   como por ejemplo la de Tácito, Suetonio, Plinio el joven,  Luciano de Samosata, Mar Bar-Serapión  o el Talmud Judío, todas ellas anteriores al año 150, y en su mayoría haciendo referencia a la muerte de Jesús. Respecto a la muerte de Jesús por crucifixión  las fuentes bíblicas son numerosas,  además de los cuatro evangelios destaquemos  los Hechos de los Apóstoles o las Cartas paulinas. Así pues no resulta extraño que un agnóstico como el  historiador  Bart Ehrman[2]  llegue a decir que uno de los hechos más ciertos es que Jesús fue crucificado.

1.1.2- La sepultura de Jesús en una tumba.

Después  de su crucifixión, Jesús fue sepultado en una tumba por un miembro del Sanedrín, José de Arimatea, testimonio recogido por los cuatro evangelistas. Hablemos de  las fuentes independientes tempranas. San Pablo habla en 1 Cor. 15, 4 de la tradición que ha recibido de la sepultura de Jesús, y el testimonio también es utilizado por una fuente muy antigua usada por Marcos en su Evangelio para narrar  la Pasión.  Si el entierro por José de Arimatea fuese ficticio esperaríamos encontrar algún rastro histórico de lo que sucedió realmente con el cadáver de Jesús, o por lo menos leyendas competidoras. No sorprende que, a pesar de algunos escépticos, en este tema el profesor de Cambridge John A. T. Robinson[3]  afirme tajantemente que el entierro de Jesús es uno de los hechos más tempranos y mejor atestados  acerca de Jesús. No olvidemos que esto indica que la ubicación de la tumba era conocida en Jerusalén.

1.1.3-La tumba vacía.

Veamos el tercer hecho. El domingo siguiente a la crucifixión, la tumba de Jesús fue hallada vacía por un grupo de sus seguidores. La historicidad de la sepultura de Jesús avala el hecho de la tumba vacía. Si la ubicación de la sepultura de Jesús era conocida cuando sus discípulos comienzan a predicar la resurrección en Jerusalén, la tumba tendría que estar vacía. La historicidad de la tumba vacía es también atestada por múltiples fuentes independientes. Por ejemplo, la fuente pre-marcana en la que se basa Marcos para narrar la pasión termina con la historia de la tumba vacía. También es evidente que implícitamente Pablo lo reconoce en 1 Cor 15. Para cualquier judío  del siglo primero decir que un sepultado fue resucitado implicaría la existencia de una tumba vacía. Fijémonos también en que la narración de Marcos es totalmente sobria, carente de embellecimientos legendarios. Comparémosla por ejemplo con el Evangelio apócrifo de Pedro datado a finales del siglo segundo, lleno de sucesos impresionantes fruto de una imaginación desbordada.

Es muy interesante el añadido de Mateo que nos habla de la temprana alegación judía de que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús (Mt 28, 15). Obviamente éste es un dato  que evidencia que la tumba estaba vacía. La mayoría de los eruditos, indica el profesor de la Universidad de Viena Jacob Kremer [4],  corroboran la fiabilidad de las declaraciones bíblicas sobre la tumba vacía.

1.1.4- Apariciones del resucitado

Veamos el cuarto hecho. En múltiples ocasiones y bajo circunstancias variadas individuos y grupos de personas experimentaron apariciones de Jesús vivo después de la muerte.

¿Cuál es el texto más antiguo sobre la resurrección de Jesús?  Jacob Kremer  señala que es la fórmula de fe que Pablo cita en la carta que, por el año 50, escribe a los cristianos de Tesalónica, y que tanto a él como a sus lectores les resulta familiar: “Creemos que Jesús murió y resucitó” (1 Tes 4,14). En estrecha relación con esa fórmula de fe está el conjunto de temas centrales que cita Pablo unos años más tarde -hacia el 56- en 1 Co 15, 3-8: “…que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y después a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron. Luego a Santiago más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí…”; Pablo indica que lo que ha transmitido es la tradición que ha recibido. Todos los exégetas están de acuerdo de que se trata de un antiguo credo que se remonta al comienzo de la predicación evangélica, tanto la estructura del texto como el léxico poco usual que utiliza Pablo así lo delatan. Estamos hablando de algo recibido por él como Credo de las primerísimas fuentes cristianas muy poco después de la muerte de Jesús.

Ahora miremos lo contado en los evangelios sobre el papel de las mujeres, lo primero que observamos es que siendo idénticos en el contenido esencial no han sido copiados simplemente unos de otros. En segundo lugar, se sabe que las mujeres en el mundo hebreo y romano no eran consideradas como testigos creíbles en los tribunales de justicia. De hecho Pablo ya hacia el año 55, cuando Escribe la primera carta a los  Corintios, ya no las cita. O sea,  ya para los años cincuenta del primer siglo  la versión oficial  de la tradición pública había censurado estos testimonios porque sabía que suponían un problema. Para que veamos esto   pensemos  que  por ejemplo  el pagano Celso[5]  , un siglo más tarde,  despreciará el testimonio de la resurrección diciendo que…”esta fe se basa solo en el testimonio de unas mujeres histéricas…”. Más aún poner a María Magdalena en el centro de la historia para un supuesto  apologista cristiano que se hubiese inventado el relato sería como dispararse al propio pie. Como señala Wright[6]  los primeros cristianos nunca se hubieran inventado una historia así. Estos datos son muy importantes para un historiador  precisamente como signo de autenticidad histórica.

Ante esto, seamos creyentes o no,  no podemos negar, como señala el agnóstico Gert Lüdeman[7] , que  tanto Pedro y los discípulos, como un nutrido grupo de los que formaron la primera comunidad cristiana, tuvieron experiencias de Jesús después de su muerte. O sea, los discípulos creyeron que Dios había resucitado a Jesús, a pesar de tener toda  predisposición en contra de ello, pues los judíos no tenían ninguna expectativa  de un Mesías derrotado y muerto. La propia ejecución de Jesús demostraba que era un hereje según la Biblia, “maldito el que muere en un madero” se dice el libro del Deuteronomio (Deut. 21, 23); y la creencia judía acerca de la otra vida implicaba que nadie resucitaría antes de la resurrección general al final del mundo. Lo más que  se hubiera esperado de  los discípulos es  que hubiesen conservado la tumba del maestro como un santuario donde residieran sus huesos hasta que todos los justos de Israel fuesen resucitados por Dios. Sin embargo algo les pasó, de tal manera que aquel grupo de personas creyeron en Jesús resucitado y estuvieron dispuestos a morir por  su fe en Él. Se requiere una clase de experiencia muy poderosa para explicar esto.

1.2- Busquemos una explicación[8] .

Así pues tenemos tres hechos muy asentados  y reconocidos por la mayoría de los académicos:

-El crucificado.

-Una tumba vacía.

– Unas apariciones del resucitado atestiguadas por los primeros cristianos.

Una tumba sin apariciones hubiese hecho pensar en los ladrones de tumbas, como le ocurre a la misma María Magdalena: “se han llevado el cuerpo de Jesús” (Jn 20,2). Nunca hubieran hablado de resurrección si hubiese acontecido así.

Tampoco vale explicar los datos históricos diciendo que los discípulos tuvieron algún tipo de experiencia que tomaron por un encuentro con Jesús. Todos sabían de alucinaciones o visiones. De toda la historia nos llegan narraciones que hablan de apariciones, miremos  por ejemplo  ciertos  textos de Homero o Virgilio,   o, simplemente,  cuantas personas aducen que un difunto se le ha aparecido. Todos ellos saben que están muertos, no piensan que han resucitado, pues los muertos no resucitan. Todos pueden decir: mira, el cuerpo está ahí. Lo acontecido a aquel primer grupo de cristianos fue distinto  y les transformó radicalmente la vida. El historiador debe pensar que hubo una tumba vacía, y los testimonios de personas que indicaron que realmente se habían encontrado con  alguien que identificaron como Jesús, aunque pareciera estar extrañamente transformado, algo que, en un principio nos resultaría  tan confuso como a ellos. Y ahora debemos dar el último paso en cuanto personas que reflexionamos, ¿cómo explicar esto?

Destaquemos las explicaciones más plausibles, teniendo en cuenta que deberemos buscar la que tenga mayor alcance y poder explicativo, la que requiera menos hipótesis adicionales y la que pueda abarcar todos los hechos descritos. Comencemos por las principales hipótesis naturalistas que se han presentado.

*Es un relato legendario, o sea, una leyenda. Esto no se sostiene dado que las fuentes de las que disponemos  se remontan al cristianismo primigenio. Hemos de  considerar que son necesarias por lo menos  dos generaciones para que se generen leyendas; además  no explicarían conversiones como las  del propio San Pablo.

* Quizás fuesen alucinaciones. Pero esta hipótesis no explicaría ni la tumba vacía, ni las creencias judías que no incluían a un mesías resucitado, de hecho los discípulos no esperaban ver a Jesús resucitado. Tampoco explicarían las diversas circunstancias  y lugares en las que se suceden las apariciones, y menos aún que el resucitado se manifieste a grupos numerosos. De hecho el psiquiatra Gary A. Sibcy  que estudió el tema de las supuestas alucinaciones grupales  concluyó que no había encontrado en la literatura científica ni un solo caso de alucinación de grupo.

* Pudieron haber robado el cadáver y los discípulos manipularon los hechos. Jocosamente diría que los mentirosos son muy malos mártires. De hecho esto no explicaría la transformación de los discípulos o la conversión de Pablo y tantos otros. Desde luego esta hipótesis se contradice con la variedad de las fuentes que hemos analizado.

*No estaríamos ante una muerte aparente.  Desde luego no hubiese sido menor el milagro de sobrevivir a la cruz, pero además, como en su tiempo señalara David Strauss,  un Jesús  medio muerto no habría sido objeto de adoración sino a lo sumo de compasión.

* Algunos podrán argüir que la reflexión anterior está bien pero que no tendríamos evidencia textual suficiente. Sin embargo para rebatir esto acudamos a la historiografía, un solo ejemplo nos bastará: sobre el emperador Augusto tenemos seis fuentes antiguas principales, la primera  una inscripción funeraria escrita en el momento de su muerte de menos de 4.000 palabras, las otras cinco datadas de 90  a 200 años después; de Jesús cuatro evangelios escritos en un intervalo de 25 a 65 años posteriores a su muerte, además de los escritos de Pablo, Hechos de los Apóstoles, etc. Fuentes muy antiguas e independientes.

Después de todo ¿quedaría otra explicación? Pues sí, los cristianos la dieron desde el principio: Dios lo ha resucitado de entre los muertos. Ciertamente  tomada como hipótesis esta explicación tiene  mayor alcance y  poder explicativo teniendo en cuenta  los datos que ofrecen las fuentes. Es una explicación que abarca todos los hechos descritos, y solo necesita una hipótesis adicional: Dios existe. Desde  ésta  parece ser una hipótesis bastante plausible.

2.- Conclusión: la resurrección el imprimátur divino sobre la persona de Jesús.

Después de este recorrido algunos pueden encontrar razones para abrirse a la fe, o por el contrario pueden seguir cerrados a ella.  Esto depende, en gran medida, de la cosmovisión que se tenga. La cosmovisión actúa como la lente desde la que observamos y comprendemos la realidad, aceptando o rechazando ideas de principio. Si en nuestra cosmovisión no tiene cabida la existencia de Dios no podremos creer que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos.  Recuerdo como Gary Habermas refería la historia del profesor que le había dirigido su tesis doctoral  que trataba  sobre este tema, una vez  concluida la tesis le había comentado que su argumentación era sólida pero que él no la podía creer, porque  aunque  no tuviera idea, ni se le ocurriera otra hipótesis, debería existir otra explicación.

Pero lo que sí es cierto es que los primeros cristianos estaban convencidos de la muerte y resurrección de Jesús. De no ser así, no hubiéramos tenido noticias de Él. La convicción de la muerte y resurrección de Jesús, que subyace en todos los escritos del NT es la que lleva a plantear radicalmente la cuestión “¿quién fue realmente Jesús?” El historiador puede llegar hasta ahí, si prescinde de la resurrección, tema que los autores que escribieron el Nuevo Testamente consideran esencial, todo estos escritos resultarían  abstractos y sinsentido. Si nos abrimos a la posibilidad de la resurrección comprenderemos la visión cristiana que considera que   los seres humanos mueren no para quedar muertos, sino, como Cristo, para resucitar. Y resucitar para la vida. Nacemos para morir y morimos para Vivir como dijera San Agustín.  La última palabra sobre la condición humana no sería el fracaso de la muerte, sino la plenitud de la Vida que, habiendo surgido del Amor, es, como el amor, más fuerte que la muerte.

No hemos tratado de demostrar nada  sino de mostrar la razonabilidad de creer en aquellos primeros testigos, de afirmar claramente  la plausibilidad de la hipótesis de la resurrección, desde el punto de vista de la historiografía y del pensamiento podemos llegar ahí. Ahora damos el testigo a esa fe que busca entender e iluminar que es la teología. Este sería  el momento de buscar los significados profundos y las implicaciones de aquel acontecimiento. La  resurrección de Jesús es el imprimátur divino de Dios sobre la persona de Jesús, sobre su vida y su muerte, sobre sus hechos y sus palabras.

Quiero terminar este capítulo con otra larga cita en la que resuena el trilema de Lewis, en  una entrevista[9]  recientemente a Bono, el conocido vocalista de U2, Michka  Assayas preguntaba:

Cristo ocupa un puesto principal entre los grandes pensadores del mundo. Pero ¿No es un tanto exagerado confirmarlo como el verdadero Dios?”

 A lo que respondía Bono:

“No, a mí me parece que no es así. Mira, la reacción de la mentalidad secular ante la figura de Cristo sigue siempre el mismo patrón: Jesús fue un gran profeta y sin duda un personaje interesante, que tenía mucho que decir en línea con los grandes profetas de otros tiempos, se tratara de Elías, de Mahoma, de Buda o de Confucio. Pero la cuestión es que Cristo no permite que hagamos eso en algún modo…y la gente dice entonces: “No, no, por favor, sé solo un profeta. Un profeta que podamos aceptar. Tú eres a veces un poco excéntrico…no saques ahora a relucir la palabra difícil, esto es Mesías. Y es  entonces cuando muchos empiezan a mirar para otro lado…Lo único que queda es  que o bien  Jesús era lo que decía ser (el Mesías- el Dios encarnado) … o era un visionario con un grave trastorno mental….La idea de que el curso entero de la civilización de más de la mitad del globo fuera alterado y puesto al revés por un chiflado sí que es una fantasía difícil de creer…”

Jesús ha revolucionado todas las cosas. Si en verdad hizo todo lo que se nos narra, no hay otra alternativa que renunciar a todo para seguirlo a Él. Y si nada de eso fuese cierto, cada uno debe pensar qué camino habría de seguir. Lo que sí está claro es que ante Él no cabe una posición neutra, de un modo u otro estamos obligados  a decidir.  Y al que le dice sí, la persona creyente que usa tanto el ala de la fe como el ala de la razón, difícilmente puede ser culpada si cree que en aquella primera mañana de Pascua el gran milagro ocurrió.

Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y Profesor de Filosofía

 

[1] G. R. Habermas y M. R. Licona, The case for Ressurrection of Jesus, Kregel Publications, Michigan 2004.

[2] Citado en William   Craig   en  W. L. Craig y J. D. Crossan, Un sepulcro vacío: debate en torno a la resurrección de Jesús, Voz de Papel, Madrid 2005.

[3] Citado en William   Craig   en  W. L. Craig y J. D. Crossan, Un sepulcro vacío: debate en torno a la resurrección de Jesús, Voz de Papel, Madrid 2005.

[4] J. Kremer, Wer war Jesus wirklich? Orientierungshilfe eines Bibelwissenschaftlers, Stimmen der Zeit, 116 (1991) p. 579-596; hay una condensación de este artículo por Mario Sala en Selecciones de Teología Vol 31 nº 124 (1992) con el título ¿Quién fue realmente Jesús?, p. 291-305

[5] Orígenes, Contra Celso, B.A.C., Madrid 1967.

[6] En este punto voy a tener en cuenta un texto del teólogo e historiador N. T. Wright que impresionó por su argumentación a Anthony Flew, el famoso ateo que en sus últimos años se convirtió al teísmo, y que él mismo incluyo como un apéndice en su obra Dios Existe, Trotta, Madrid 2012. El título del artículo de Wright es La autorrevelación de Dios en la Historia Humana: un diálogo sobre Jesús con N. T. Wright, p. 151-166.

[7] Citado en William   Craig   en  W. L. Craig y J. D. Crossan, Un sepulcro vacío: debate en torno a la resurrección de Jesús, Voz de Papel, Madrid 2005.

[8] M. R. Licona, The Resurrection of Jesus. A New Historiographical Approach, InterVarsity Press, Downers Grove 2010.

[9] Michka Assayas , Bono: In Conversation with Michka Assayas, Riverhead Hardcover, 2005.

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