El Seminario peregrina al Santuario de la Virgen de la Cabeza

30 abril de 2009

Rito de Admisión del seminarista Juan Carlos CórdobaSeminario
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     A mediados del mes de marzo ha tenido lugar la campaña vocacional que cada año realiza el Seminario diocesano de Jaén con motivo del día de San José, día del Seminario. Este año tuvo lugar en la localidad de Andújar, donde se realizaron varias actividades. Junto a la presencia de los seminaristas en las parroquias e institutos de esta localidad, una de las actividades más destacadas fue la peregrinación de jóvenes al Santuario de la Virgen de la Cabeza.
     En la parroquia de San Bartolomé de Andújar se celebró una oración especial dedicada a los jóvenes principalmente, pero abierta a todo el que deseara participar, que sirvió para reflexionar sobre lo que implica ser cristiano, el compromiso y la escucha en la oración para conocer la voluntad de Dios, enfocando ya la actitud para el evento que comenzaría en apenas unas horas: la peregrinación al santuario de la Virgen de la Cabeza.

     Apenas eran las 4 de la mañana cuando los despertadores comenzaron a sonar. Siendo aún de noche y con el ambiente bastante frío, los peregrinos se prepararon para el camino con la compañía de los peregrinos del alba. Se congregaron sobre las 5 en torno al cuadro de la Virgen, donde se dio comienzo a la peregrinación con el saludo inicial y una oración. De ahí, cargando con sus mochilas y con linternas en sus manos, los caminantes se dirigieron a las puertas del cementerio, donde se rezó el primer misterio del rosario. El camino daba así comienzo oficialmente en la oscuridad y el frío de la noche.
     El primer gran obstáculo que hubo que salvar no fue la oscuridad ni el frío, sino la temible "Cuesta del Reventón", prácticamente al comienzo del camino, tras un pequeño tramo más o menos llano iluminado por las linternas de los peregrinos. La gran cuesta se hacía interminable mientras la noche comenzaba a dar paso al alba y las primeras luces de la mañana mostraban el largo y tortuoso camino hacia arriba de colina a colina.
     Se hizo un pequeño descanso en un llano entre las colinas a primera hora de la mañana. Tras continuar caminando un buen trecho al tiempo que el sol comenzaba elevarse, los peregrinos llegaron a la ermita de San Ginés, donde los peregrinos del alba proporcionaron un sencillo desayuno que los jóvenes agradecieron mucho. Se rezó el segundo misterio y se reanudó el camino hacia el santuario.
     No hubo contratiempos en el siguiente tramo, pues en su mayor parte consistió en descender hasta el valle. El tercer misterio se rezó junto a la estatua del peregrino, desde donde se puede contemplar por primera vez en el camino el santuario a lo lejos. El cuarto misterio fue rezado junto al río Jándula. Sólo quedaba ya el último trayecto antes de llegar al santuario. Se advirtió a los peregrinos que este tramo era bastante duro, ya que ahora había que ascender desde el valle hasta la cima de la montaña. El esfuerzo final iba a ser grande.
     Los peregrinos comenzaron su ascenso por la llamada "Cuesta de los Caracolillos", la cual, haciendo honor a su nombre, transcurría en interminables giros, vueltas y tramos tortuosos. La pendiente era pronunciada y el sol tenía ya bastante fuerza al acercarse el mediodía. Fue una gran alegría cuando finalmente se pudo contemplar el santuario ya cercano. En el arco de entrada a la cima del monte se rezó el quinto y último misterio.
     Una vez concluida la peregrinación, los jóvenes se dirigieron al interior del Santuario, donde comenzó la celebración de la Eucaristía, presidida por el señor Obispo. En esta Eucaristía se celebró el rito de admisión a las órdenes sagradas de nuestro compañero seminarista Juan Carlos Córdoba. La culminación de la peregrinación no podía acabar de mejor modo. El Obispo se dirigió a los peregrinos en la homilía y los animó a no dejar nunca de amar al Señor y a su Madre, en cuyo honor había sido levantado el Santuario.
     Durante el transcurso de la celebración, Juan Carlos Córdoba Ramos recibió el rito de Admisión, signo con el cual la Iglesia manifiesta su convicción de que en el admitido hay signos claros de vocación, con lo que se convierte oficialmente en candidato para recibir próximamente el sagrado Orden del Diaconado.
     Fue una celebración bastante emotiva tanto por la satisfacción y alegría por haber llegado al final del camino a encontrarnos con el Señor y con su madre la Virgen María, bajo la advocación de la Cabeza, y también por nuestro compañero Juan Carlos, que vio una vez más confirmada su vocación con el rito de Admisión.

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