Carta Pastoral en el XXVIII Encuentro Diocesano de Cofradías y Hermandades 2016

23 noviembre de 2016

PRIMERA PARTE
En el sueño misionero
de llegar a todos

Mi saludo a los hermanos y hermanas cofrades en este XXVIII Encuentro Diocesano, el primero en el que participo con vosotros.

  1. Asiduos
    en la vida ordinaria de la Iglesia

En mi puesta al día de lo que tengo que ir haciendo en cada momento -informado siempre puntualmente por mis colaboradores más inmediatos-, me acabo de enterar de que conviene que os escriba una carta con motivo del Encuentro Diocesano al que habéis sido convocados. Con mucho gusto, y obedientemente, me dirijo a cuantos formáis la gran familia cofrade en nuestra Diócesis de Jaén, a las Hermandades, Cofradías y Grupos Parroquiales. Os saludo con afecto a cada uno de vosotros y vosotras, y os muestro mi más profundo respeto y aprecio pastoral a cada una de las instituciones a las que representáis.

Poco a poco voy conociendo muchas cosas de vosotros, algunas nuevas y especialmente gratas para mí. En mi conocimiento de este entrañable colectivo cofrade de la Diócesis de Jaén, voy comprobando con gran alegría que sois asiduos colaboradores en la vida ordinaria de la Iglesia, en la que os sentís como unos miembros más, disponibles siempre para cuanto vuestras comunidades os puedan necesitar, aunque tengáis una misión muy concreta: la de cuidar, especialmente con el esmero de la fe, las manifestaciones de religiosidad popular, que en tanto número y calidad hay en la Iglesia diocesana.

Según me dicen, mis antecesores en la sede del Santo Reino, Don Santiago y Don Ramón, tenían el buen criterio de dirigirse especialmente a vosotros cada año, reconociendo así la presencia y la importancia que tenéis en la vida de la diócesis. Como acabo de deciros, yo también lo voy a hacer con mucho gusto, pero recordando el espíritu con el que siempre hay que dirigirse a cualquier institución que tenga una misión y tarea en la Iglesia: consciente de que sois parte activa en la misión que todos hemos de llevar a cabo en nuestra Iglesia diocesana de Jaén. Vosotros, queridos cofrades, sois necesarios y necesarias en la misión que todos y unidos tenemos como Iglesia del Señor, servidora del Evangelio en medio del mundo, en este espacio de tierra, de cultura y de vida, en el que vivimos la fe los jiennenses.

Nada de lo que preocupe a cualquier cristiano, sea cual sea la misión que tiene encomendada en su comunidad, os es ajeno. Si se trata de anunciar la fe en Jesucristo a nuestros hermanos más alejados de la vida de la Iglesia, allí habéis de estar los cofrades; si de dar testimonio de los valores cristianos de un modo claro y fiel, allí han de estar las hermandades y cofradías; si de crear comunión, para mostrar el rostro unido de la Iglesia, allí, al frente, están los que sirven a la fe de los más sencillos con las expresiones de piedad con las que ellos se identifican; si se trata de dar testimonio de amor y servicio a los más pobres, las hermandades, cofradías y grupos parroquiales han de estar presentes, porque eso pertenece a su esencia. Esta convicción de que sois una parte sólida y necesaria en la vida de la Iglesia es la que me hace dirigirme este año a vosotros con un mensaje que para nada difiere del que le he dirigido a toda la diócesis; si acaso, os pediré la participación específica que entiendo que vosotros deberíais de tener.

  1. Con el estilo misionero
    de los testigos del Evangelio

No obstante, no quiero dejar de deciros que vuestra condición de laicos os hace especialmente necesarios en la misión de la Iglesia diocesana. Sois laicos cristianos, Iglesia en el mundo. Estáis en el mundo no para aportarle mundanidad a la Iglesia, sino para poner savia cristiana en el mundo. Por eso os recomiendo encarecidamente que afiancéis vuestra vida cristiana con una participación activa en vuestra comunidad parroquial. No perdáis nunca la vinculación, que en la Iglesia es comunión, con los otros miembros del pueblo de Dios: con los sacerdotes, con los consagrados y consagradas, y con los otros movimientos, asociaciones y grupos laicales.

Como sabéis, porque seguramente ya la habéis leído, he escrito una Carta Pastoral para presentar el Plan Pastoral Diocesano, con el título «EN CAMINO HACIA EL SUEÑO MISIONERO DE LLEGAR A TODOS». El sueño es el del Papa Francisco, que anima a la Iglesia, y a nosotros en ella, a ser testigos de la alegría del Evangelio, pero con audacia misionera; es decir, nos invita en lo que somos y hacemos, en nuestra identidad y misión, a ser soñadores de una nueva conversión espiritual y pastoral. Nos pide que adoptemos el único estilo que concuerda con el del amor de Dios y con el de la misión que entre nosotros realizó Jesucristo, su Hijo: el estilo del anuncio del Evangelio con el sueño de una Iglesia que quiere llegar a todos.

  1. Como una Iglesia en salida

Estoy seguro de que os sentís identificados con lo que os estoy diciendo, porque vuestra misión, la de las cofradías y hermandades, no tiene más sentido que servir a ese deseo de Dios. Lo que hacen las cofradías, al menos en sus manifestaciones públicas, es mostrar una Iglesia en salida. El Señor os ha encargado este oficio (cf. 1 Cor 9,17). Por eso justamente os voy a proponer en esta primera carta que os dirijo, que seáis Iglesia, que os sintáis siempre miembros vivos de la Iglesia, y que desde la misión de la Iglesia en la que compartís y vivís vuestra fe, que es nuestra Diócesis de Jaén, miréis hacia el mundo en el que vivís con ojos de cercanía y profecía, con los mismos ojos que mira Dios a todo ser humano. Os propongo, insisto, exactamente lo mismo que les he propuesto a los demás cristianos de nuestra diócesis en nuestro Plan Pastoral: que todos echen una mirada a nuestra realidad concreta en una doble dirección: a la sociedad en la que vivimos y a la Iglesia en la que compartimos nuestra fe.

SEGUNDA PARTE
Mirar a nuestro alrededor 

  1. Mirar para amar y servir

El primer paso, por tanto, será mirar a la calle, a nuestro espacio humano, familiar y ciudadano. Se nos invita a mirar a nuestro mundo para amarlo y servirlo mejor. Se nos invita a contemplar todo lo que está sucediendo a nuestro alrededor: a lo que nos duele, nos disgusta e incluso nos asusta; pero también a todos los signos de bien, de progreso, de belleza e incluso de santidad, que es evidente que existen entre nosotros, entre las gentes con las que los cofrades compartís la vida, ya que sois de todos los ambientes y niveles sociales, culturales, e incluso religiosos.

Si miramos en nuestro entorno es para evangelizar. Por eso tenemos que detectar quién busca, quién duda, quién es indiferente o quién rechaza más o menos abiertamente la bondad de Dios. Los cristianos somos conscientes de que los alejados en lo religioso son hombres y mujeres con los que convivimos en nuestros ambientes habituales; muchos de ellos, además, han salido de la vida de la Iglesia, pues son hijos de familias cristianas, educados muchos en ámbitos católicos. En ese roce diario con ellos es necesario que aprendamos a mirarlos con ojos misioneros y de servicio; es decir, con una mirada que se alimente en el amor misericordioso de Dios a todos y nos lleve a proponer la fe a nuestros hermanos.

Por eso también hemos de buscar a quiénes viven su fe como discípulos misioneros del Señor, para conectar con ellos, y asociarnos en la tarea imprescindible que hoy tiene la Iglesia: la de anunciar con «nuevo ardor, nuevos métodos y expresiones», como decía San Juan Pablo II, a Jesucristo, el Señor. En nuestro mundo hay mucho que hacer en la evangelización, y vosotros no sólo conocéis a los destinatarios del anuncio del Evangelio porque vivís entre ellos, sino que también vivís vuestra vida cristiana entre muchos que tienen esa misma inquietud misionera en sus corazones. «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio» (1 Cor 9,16).

  1. Mirar sin excluir a nadie

Al mirar a vuestro alrededor nunca habréis de excluir a nadie y menos a los más lejanos social y religiosamente. Hay que ir a todos, aun a los que nos pudiera parecer, por su forma de vida, que están cerrados a recibir el amor de Dios. Con esperanza y «sentido del misterio» hemos de mirar hacia todos, sin excluir a nadie, porque Dios nunca excluye. Pero mirad siempre con la intención de ofrecer el bien, la verdad y la belleza que ofrece la fe a vuestro alrededor. «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!» (Rm 10,15).

La mirada a la realidad hay que hacerla en todo proyecto misionero; no podemos evangelizar sin antes conocer a fondo el campo de la siembra del Evangelio. No os olvidéis nunca de que el envío misionero siempre tiene un destino. Es verdad que el destino es el mundo entero; «Id al mundo entero…»  Pero un mundo con sus condiciones y circunstancias, esas a las que los evangelizadores somos enviados y en las que nos adentramos en el ejercicio de nuestra misión. Con nosotros el Evangelio se hace itinerante en el espacio y en el tiempo. Con nosotros el Evangelio encarna actitudes, lenguaje, estilo, el que sea necesario y oportuno en el tiempo presente, para la evangelización de una Iglesia «en salida».

Las cofradías habréis de estar siempre activos para el anuncio de la alegría del Evangelio en cada zona, ambiente, lugar de nuestra geografía social, cultural y espiritual de nuestra diócesis. Ninguna persona, ninguna situación ha de ser excluida, a todos los hemos de ver como destinatarios del anuncio de Jesucristo. Como recuerdo en mi carta a toda la diócesis, hacia el mundo en el que vivís hay que asomarse con una mirada compasiva y con una mirada profética.

  1. Con mirada compasiva

Compasiva, porque miramos al modo misericordioso y paterno de Dios. Si miramos con los ojos de Dios, nos sentimos verdaderamente provocados en nuestro corazón de creyentes por todo lo que está pasando a nuestro lado. Los cofrades, que sois laicos cristianos en medio del mundo, en las mil tareas y situaciones en las que os encontráis, no podéis permitiros que os suceda lo que señala el Papa Francisco: «A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura» (EG 270).

La Iglesia no se confunde con el mundo, pero no se separa de él. No se sitúa tampoco como observadora externa o crítica del mundo, sino como una comunidad que sabe participar con él de sus luces y sombras. «Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón» (GS 1). Es por eso necesario que los cristianos jiennenses nos situemos en actitud de escucha de una realidad que nos envuelve, y de la que formamos parte; que estemos muy atentos a la realidad en la que vivimos. Mirándola desde la fe, seguro que escucharemos los ecos de Dios también en este tiempo y veremos notables señales de esperanza.

  1. Con atención profética

No obstante también hemos de mirar al mundo con espíritu profético para hacer oír nuestra voz, cuando sea necesario, en aquellas circunstancias en las que el plan de Dios y la dignidad humana son puestas en causa. Porque es evidente que en el hoy del mundo hay muchas señales de alerta, hay cizaña entre el trigo (cf. Mt 13,24-30). Es necesario reconocer que nuestra sociedad está «bajo el paraguas ambiental de una fuerte secularización». Pero, a pesar de todo, no olvidemos que la relevancia de la fe se hace más patente cuando nos tomamos en serio el fenómeno de la secularización.

Desde esta doble mirada, tanto de lo positivo del mundo como de lo que no camina según el plan de Dios, hemos de llegar a la convicción de que «los desafíos están para superarlos». Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia, la entrega esperanzada. Contamos con el amor y el poder de Jesucristo, siempre empeñado en la salvación del mundo. Mirad a los signos de los tiempos. «El tiempo es un signo, una voz, para la Iglesia y para los hombres, en cuanto implica una presencia de Dios o bien, desafortunadamente, una ausencia de Dios, así como una invocación más o menos consciente del hombre a Dios y una voz más o menos manifiesta de Dios al hombre» (Bernard Häring).

Y os recuerdo especialmente, como lo he hecho con todos los demás diocesanos, que hemos de analizar los problemas en cada uno de los sectores sociales: el de los niños, empezando por los concebidos no nacidos; el de los matrimonios y las familias en su diversidad de situaciones, con una mirada de predilección a las mujeres, al trabajo y a los mayores; a los jóvenes, tan lejos muchas veces de la vida cristiana en la Iglesia. Las cofradías tenéis una gran tarea que hacer colaborando con la pastoral juvenil diocesana.

Y no dejemos de mirar hacia los más pobres, y en especial hacia las personas que viven en las zonas más marginales de nuestros pueblos y ciudades. Por supuesto, hemos de conocer los problemas del mundo rural, que es nuestro mayor capital social, pero que también ha de ser nuestra mayor preocupación. Seamos especialmente minuciosos y concretos a la hora de conocer las necesidades de nuestros hermanos. No nos olvidemos que las pobrezas y necesidades del mundo las encarnan seres humanos.

  1. Con interés misionero

Termino esta invitación a mirar hacia el mundo en el que vivís, recordando algo que no debemos olvidar nunca: que nuestro interés ha de ser siempre misionero: miramos porque es el mundo en el que vivimos, al que amamos y al que queremos llevarle el mensaje de fe, amor y esperanza que cada uno de nosotros llevamos en el corazón. Todo lo que veáis en vuestro ambiente y entorno es para que llegue, por vuestra persona y por vuestra tarea en la Iglesia, el mensaje del Evangelio.

Estoy convencido de que contemplar el mundo en el que vivís va a ser para todos vosotros una espléndida provocación y, sobre todo, una invitación a crecer en la fe, en la vida cristiana, y a crecer y madurar en sentido de Iglesia. Nuestra mirada al mundo siempre será evangélicamente más certera y más misionera en la medida que nos invite a una renovación interior, a una vida de mayor santidad. La salida misionera es fruto de nuestra vida interior, de nuestra fe: «Creí, y por eso hablé» (2 Cor 4,13). No olvidéis que nuestro ser cristiano se decide en la relación personal con Dios. «El mundo de hoy necesita personas que hablen a Dios para poder hablar de Dios» (Benedicto XVI).

TERCERA PARTE
Nacisteis
para llevar el Evangelio

  1. El tesoro de la Piedad popular

Porque somos hombres y mujeres de Dios, hemos de serlo de la Iglesia, de una Iglesia que se renueva con una profunda conversión pastoral. En este proceso de conversión, habréis de entrar las Cofradías en formas, estilo y, sobre todo, en espíritu. No podéis quedaros fuera de este mirar y hacer misionero que está buscando la Iglesia. No olvidéis nunca que un día fuisteis verdadera novedad evangelizadora, que nacisteis para llevar el Evangelio a los pobres y sencillos. No olvidéis que, como recuerda el Papa Francisco citando al Beato Pablo VI en Evangelii nuntiandi, «la piedad popular tiene una gran fuerza evangelizadora». Y la tiene porque en la piedad popular puede percibirse el modo en que la fe se encarna en nuestra cultura y se sigue transmitiendo entre nosotros. No cabe ninguna duda de que en Andalucía, y en concreto en Jaén, la piedad popular tiene una gran influencia en la transmisión de la fe.

Esa encarnación cultural y religiosa sucede porque la piedad popular «refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer»; la piedad popular «hace capaz a muchos de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe». Es por eso que el Papa emérito Benedicto XVI la ha calificado como un «precioso tesoro de la Iglesia católica», en el que se muestra el alma de los pueblos, en nuestro caso el alma de Jaén y de Andalucía. La piedad popular, lo sabéis muy bien, nutre y enriquece la vida de la Iglesia.

  1. En el seno
    de la vida ordinaria de la Iglesia

Pero la piedad popular, si no queremos que se desvíe de su fuente, de su verdad y de sus formas más profundas, no puede estar disociada de la rica y diversa experiencia de la vida cristiana de nuestras comunidades. Esa es la razón por la que nada de lo que sucede en vuestra parroquia os puede ser ajeno: el servicio de la Palabra os enriquece y os forma si participáis activamente en él; la vida comunitaria y fraterna es un reto y una ilusión para las hermandades y cofradías; la celebración de los misterio de la fe es la fuente original de vuestra misión, sin la que nada seríais; el servicio a los pobres es la expresión que le da autenticidad y credibilidad a lo que sois, y por eso ha de ser el mejor signo de coherencia cristiana para vosotros.

Esta es sobre todo la razón por la que os animo a hacer, con todos los demás miembros de la parroquia, el ejercicio de sinceridad y verdad al que se os llama en el Plan Pastoral Diocesano. Especialmente os animo a que os preguntéis si lo que hacéis y cómo lo hacéis os estimula a ser comunidad de discípulos que quieren encontrar juntos un horizonte para la evangelización. Las cofradías habréis de preguntaros si estáis respondiendo al reto misionero que nos propone el Papa Francisco: «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una simple administración. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un «estado permanente de misión» (EG 25).

  1. Abiertos a la conversión y la reforma

Todo lo haremos con una mirada positiva, propositiva y creativa. En principio, no podemos olvidar que es mucho y bueno lo que ya se hace. Pero tampoco nos defendamos cuando la evidencia nos diga que aún no encarnamos un modelo de «Iglesia en salida». Nuestra mirada nunca puede dejar de ser comprometida. Para eso es necesario que no nos excluyamos jamás de los pasos que estamos llamados a dar para ser parte de una Iglesia en actitud de conversión misionera, de una Iglesia que quiere situarse en estado permanente de misión. Ningún cristiano y ninguna institución eclesial puede pensar que no le incumbe una profunda renovación en objetivos, acciones, métodos, estilos y criterios. Las hermandades, cofradías y grupos parroquiales harán siempre muy bien si se consideran necesitadas de conversión y de reforma.

Para esta honesta y sincera actitud, os invito a releer lo que os decía nuestro querido Don Ramón en el año 2011: «Los primeros destinatarios de la nueva evangelización lo somos nosotros mismos Esto exige, en cada uno, una seria conversión y búsqueda constante del tesoro que es Jesucristo mismo, para dar sentido a nuestros caminos». Desde esa actitud de conversión, analizad en profundidad lo que sois, lo que vivís y lo que hacéis: haced un repaso a vuestras más profundas y auténticas motivaciones para estar en este campo de la misión de la Iglesia; buscar y purificar lo que nos mueve es siempre necesario.

También es necesario analizar nuestro sentido de Iglesia, la fortaleza de nuestra pertenencia, la relaciones fraternas con los otros miembros del pueblo de Dios, del mismo modo que ellos lo harán de sus actitudes hacia vosotros. Conviene, por supuesto, que analicéis, con ojos de fe y de fraternidad cristiana, la vida personal de fe y de costumbres de cuantos formáis la familia cofrade; y no es inútil, al contrario se hace necesario, que se fortalezca la coordinación fraterna y eclesial de todas las hermandades de la diócesis.

  1. Para un repaso positivo
    a lo que somos y hacemos

Siguiendo un buen y acertado documento de mis hermanos, los Obispos del Sur, que lleva por título LAS HERMANDADES Y COFRADÍAS, os recomiendo que actualicéis la visión que tienen de vosotros y, sobre todo el análisis que hacen en el capítulo II: Nuestras hermandades/cofradías hoy: valores y carencias. Con ellas os animo a hacer un buen repaso a las dimensiones de vuestra vida, que allí se analizan:

  • La vida espiritual del cofrade
  • La práctica de la caridad cristiana en las hermandades y cofradías
  • El culto a las imágenes
  • Las salidas procesionales
  • La devoción a la Virgen María
  • El servicio a la fe de los humildes y sencillos
  • La conmemoración de la Pasión de Cristo
  • La promoción del arte religioso
  • La dimensión cultural de la religiosidad popular

En el documento que os cito, ya se apuntaban caminos de renovación, y el primero de todos era la actitud misionera. Hoy esto para todos nosotros es ya evidente, imprescindible y prioritario: las hermandades y cofradías han de apuntar claramente a servir a la evangelización en una Iglesia en salida. Esta es la intención hoy en todo lo que hacemos en la Iglesia. Es por eso que mi primera carta no se desvía nada de lo que he señalado para toda la comunidad diocesana. También a vosotros os animo a situaros en camino hacia el sueño misionero de llegar a todos.

Por si os sirve de estímulo, os recuerdo el sueño misionero del Papa Francisco: «Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. La reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas ellas se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad» (EG 31).

  1. La evangelización es un modo de ser

Termino recordando que evangelizar no es una estrategia, tampoco es una moda pasajera; es un modo de ser de la Iglesia: La Iglesia existe para evangelizar: «Ella tiene viva conciencia de que las palabras del Salvador: «Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades». Por eso el Beato Pablo VI recordaba en un emblemático documento: «Nosotros queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia»; una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa.» (EN 14).

  1. Desde la fuente del amor de Dios

Esa vocación tiene su misma raíz en el corazón mismo de Dios: «La Iglesia no comienza con nuestro «hacer», sino con el «hacer» y el «hablar» de Dios. La primera palabra, la iniciativa auténtica, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también nosotros llegar a ser —con Él y en Él— evangelizadores (Benedicto XVI, Meditación en la primera congregación General de la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos, 2012).

Justamente porque la Iglesia, y todos nosotros en ella, evangelizamos en la corriente que nace en el corazón mismo de Dios, sabemos que la dirección de la tarea de la Iglesia, la que realizamos hoy en la Iglesia del Señor, la tiene el Espíritu Santo. En esta reflexión que os encomiendo, confiad mucho en el Espíritu, poneos en sus manos. Él es la fuente de la verdad y lo será también de la sinceridad en el examen de conciencia que hagáis las hermandades y cofradías de la diócesis en vuestra búsqueda de una mayor conciencia misionera.

  1. Con la Estrella de la Evangelización

Que siempre brille, en vuestro deseo de andar en los caminos de la misión, la luz de la Santísima Virgen. Que en cada una de las advocaciones con que la veneráis en vuestras hermandades, cofradías y grupos parroquiales, veáis siempre a la Estrella de la Evangelización, como le llamamos a María cuantos llevamos en el corazón el empeño misionero.

 

Jaén, 20 de noviembre, solemnidad de Jesucristo Rey del universo, de 2016

+ Amadeo Rodríguez Magro,
Obispo de Jaén

Descargar exhortación del Obispo: “Cofradías en Estado Permanente de Misión. En una Iglesia Diocesana Misionera”

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