Carta Pastoral: Amor y oraciones por el Papa

26 junio de 2015
     Queridos fieles diocesanos:
     1. La Diócesis de Jaén ha caminado siempre estrechamente unida con el Papa. Hace muy pocas fechas le hemos felicitado, en la fiesta anual del DÍA DEL PAPA, solemnidad de los Apóstoles san Pedro y san Pablo y tercer aniversario de su pontificado.
     Apenas hace un mes también que pusimos en sus manos la generosa aportación extraordinaria, de nuestra Iglesia, a favor de los damnificados de los recientes terremotos en Nepal. Será desde Cáritas desde sonde se proporcionará la relación detallada y procedencia de estas aportaciones, pero puedo, por mi parte, adelantaros la cantidad que entregamos al Santo Padre: 165.427,86 €.

      De nuevo todas las Iglesias, con ocasión de esta Jornada ordinaria anual, que celebramos en nuestra Diócesis el Domingo día 28 de junio, recogemos las ofrendas de las Misas de ese día a favor de las necesidades del Papa en el ejercicio de su ministerio petrino, al tiempo que rezaremos por él.
     2. El Romano Pontífice tiene como misión ser Vicario de Jesucristo en medio de los fieles, dar la vida por los que ya somos discípulos de Jesucristo y por quienes están llamados a serlo. ¡Inmensa carga y peso muy superior al que pueden soportar unos hombros humanos, mucho más en una persona ya mayor.
     La persona del Papa Francisco se ha convertido, en poco tiempo, en un fenómeno dentro y fuera de la Iglesia Católica. ¿Por qué entusiasma a tantas personas, incluso a quienes se confiesan alejados o indiferentes ante el fenómeno religioso? ¿Por qué el Papa Francisco con sus gestos, a veces muy simples o espontáneos, se ha convertido en un fenómeno que da que pensar y, sobre todo, da esperanza e interroga interiormente a muchas personas?
     La respuesta no es fácil, paso a paso, desde sus propuestas concretas diarias, enraizadas siempre en la esencia del Evangelio y en el más genuino humanismo cristiano, está obrando una revolución tranquila desde un amor sin límites de raíces divinas.
     3. Estamos asistiendo en la Iglesia Católica a un verdadero siglo de oro en el pontificado. Papas declarados Beatos y Santos, como hemos podido comprobar en estos últimos años. Personalidades muy distintas, con sus rasgos propios, pero con un denominador común: Hombres de Dios, otros Cristos, entregados por completo al cuidado y pastoreo del rebaño.
     No hemos de fijarnos únicamente en lo perceptible y analizable con los ojos de la razón y del sentimiento. Por ese camino nunca podremos comprender lo que significa el Papa en la Iglesia y en el mundo. Correríamos el peligro de tergiversar su más íntima naturaleza y el sentido que Jesucristo ha querido que tuviera cuando pronunció estas palabras:
     “Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en los cielos” (Mt. 16, 18 y 19).
     4. Sabemos por la Revelación los designios de Dios Padre: Que Cristo, su Hijo, una vez resucitado fuera plenamente glorificado junto a Él. Pero quiso el Señor, al mismo tiempo, que existiera en la Iglesia, conducida por su Espíritu, que alguien además hiciera sus veces, para que fuera principio perenne y visible de unidad, mientras camina en su historia.
     Por esa razón puso al Apóstol Pedro al frente del Colegio de los Doce y determinó que ese Colegio perviviera por los siglos con el Papa, sucesor de Pedro, y los Obispos en comunión con él. “Donde está Pedro, allí está la Iglesia, allí está Cristo”, decía san Cipriano.
     Renovemos nuestro amor al Papa. Pidamos por su persona e intenciones y, junto con todas las demás Iglesias pongamos en sus manos, un año más, nuestra aportación generosa, a la que llamamos Óbolo de san Pedro, para que el Papa Francisco pueda repartir entre las necesidades a su alcance.
     Con mi saludo agradecido.
+ Ramón del Hoyo López
      Obispo de Jaén
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