Carta del Obispo: “Mis primeras propuestas a los jóvenes: Queridos jóvenes: ¡Abrid las puertas a Jesucristo!”

7 julio de 2016

Los jóvenes, decía un viejo y sabio profesor a cuyas clases asistí en Roma, sois “un valor problema”. Decía que sois un problema porque a los mayores les confunden vuestros criterios, vuestros comportamientos y hasta vuestra escala de valores. En muchos asuntos no solemos coincidir, y reconozco que menos mal, porque entonces no seríais jóvenes. Estas diferencias son las que os hacen aparecer para nosotros como un problema, especialmente cuando en la convivencia familiar, en el clima social o en el ámbito cultural este contraste se hace más evidente. Y hasta ahora no me he referido a criterios religiosos o a las opciones morales, pero es evidente que en ese campo nuestras diferencias también son notables, lo que no significa que lo vuestro no sea a veces más claro y más limpio que lo nuestro.

Por esas diferencias, sin embargo, no siempre significan un juicio negativo. En realidad, al decir que sois un valor problema prevalece sobre vosotros una visión positiva. Por eso, mi viejo profesor decía con mucha razón que la juventud es un valor. En realidad vosotros encarnáis valores que son imprescindibles para mirar al futuro de la sociedad con esperanza. No hay nadie que mire más limpiamente y con menos condiciones al porvenir que los jóvenes. En la juventud hay siempre un impulso por la profecía, esa que quizás nos falte a los que ya miramos con todos los condicionantes que le ha ido poniendo la experiencia a nuestros ojos del cuerpo y del alma.

Justamente, porque sois profecía, me permito proponeros que no descartéis a la Iglesia para construir vuestra vida y para mirar con un horizonte nuevo el futuro de la sociedad giennense. Sí, os he dicho la Iglesia, esa institución quizás no muy apreciada por vosotros y que es posible que os produzca cierta desconfianza. Y os lo digo porque la conozco en sus límites, pero también porque sé que es imprescindible para que a los jóvenes os llegue lo mejor que podéis encontrar en vuestra edad de búsqueda: la fe en Jesucristo. A Jesús no lo separo de la Iglesia porque es en ella donde se le conoce y donde se experimenta de verdad el encuentro personal con el Señor, ese encuentro que cambia y transforma la vida.

Aunque quizás os cueste llegar a descubrirlo, todo lo que habéis conocido de Jesús, todo lo que habéis vivido con él, todo lo que os ha ido quedando de su Palabra y de su amor en vuestro corazón lo habéis recibido en la Iglesia. Por eso os pido que confiéis en ella, aunque esté hecha de la misma carne que vosotros y sus defectos sean tan similares a los vuestros, al fin y al cabo vosotros sois la Iglesia. Pero también como vosotros, la Iglesia tiene en sí misma un misterio, el de la presencia de la vida misma de Dios, el de su amor y de su gracia, ese que os enriquece y os hace crecer hasta la medida de Cristo.

Os digo esto porque dentro de unos días una multitud de jóvenes del mundo van a reunirse en Cracovia con nuestro querido Papa Francisco. Durante esos días no seáis indiferentes ante ese acontecimiento que os va a tener como protagonistas a los jóvenes. Estad atentos a un mensaje que con toda seguridad se va a grabar en muchos: en un mundo herido y quizás muy bajo de ánimo, vosotros los jóvenes abrid vuestra vida al Señor y acoged su misericordia. Sólo así seréis misericordiosos como Dios vuestro Padre lo es y pondréis corazón ante los problemas de vuestro prójimo con obras de misericordia.

La JMJ de Cracovia ha de ser una excelente ocasión para volver a escuchar, en la casa del Papa de los jóvenes, San Juan Pablo II, unas maravillosas palabras suyas:¡No tengáis miedo! ¡Abrid las puertas a Jesucristo! En efecto, no temáis a Jesucristo, con él no perdéis nada, lo ganáis todo: ganáis felicidad, fortaleza, alegría, sentido de la vida, futuro… Por eso, en esta primera carta que os escribo, queridos jóvenes giennenses, quiero deciros que Cristo cuenta con vosotros: él tiene para todos los hombres y mujeres del mundo un proyecto de vida bello, noble, verdadero; pero os necesita a vosotros para ofrecerlo, para proponerlo. Si os llama a cooperar con él, si tiene algo especial que pediros para vuestra vida joven, no dejéis de escucharlo, de seguirlo. Si necesitáis ayuda para descubrir qué os puede querer Jesús, contad conmigo y contad con vuestros amigos sacerdotes. Nosotros, desde nuestra experiencia, podemos contaros lo que Jesús nos pidió en nuestra juventud.

Con especial afecto.

+ Amadeo Rodríguez Magro, obispo de Jaén

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