Atrio de los Gentiles: «Las campanas siempre doblan  por ti. La partida de nuestros seres queridos»

5 noviembre de 2018

En memoria de mis padres y de todos nuestros seres queridos que partieron hacia la vida.

1.- NUESTRA ENEMIGA LA MUERTE.

Vivimos en una sociedad  que busca cualquier subterfugio para evitar mirar cara a cara a la muerte. La misma celebración de Halloween pretende que el ser humano se libere del temor a la parca convirtiéndola en juego, en miedo placentero de niños y en asunto jocoso. Sin embargo el efecto que se consigue es justamente el contrario.  Al tratar de reprimirla, ocultarla o exorcizarla, la muerte se ha convertido en un agente muy perturbador. Queremos evitar su rostro porque nos angustia, corroe nuestras seguridades forjadas artificialmente, nos sitúa ante el  abismo del dolor y del sinsentido.”Es más fácil soportar la muerte sin pensar en ella, que soportar su pensamiento sin morir “decía Pascal. Queremos evitarla pero siempre está ahí, omnipresente en nuestras noches, en nuestras vigilias y en  nuestros sueños.

El hombre ha percibido la muerte como la gran enemiga, una enemiga poderosa e intratable pues en la eterna lucha que mantenía con ella siempre era vencido. Solo los dioses podían eludir su poder dictatorial. Para el pensamiento la muerte fue considerada como el gran interrogante, después de todo filosofar es aprender a moriral decir de Platón, Cicerón, Montaigne y muchos otros. O sea que siempre hemos lidiado con ella intentando domesticarla de un modo u otro, pero parece que desde el héroe Gilgamesh, muchos siglos antes de Cristo, hasta hoy hemos fracasado.  ¿No será quizás mejor no pensar? Después de todo,  la muerte solo la experimenta, si hay algo que experimentar,  el que muere. Si solo pusiese  de manifiesto nuestra connatural caducidad, o sea el saber que nos tenemos que morir, la cuestión sería como muy científica, y por lo tanto muy aséptica. Pero no es así, el aguijón de la muerte estriba sobre todo en que revela la soledad radical del hombre, esa soledad que expresaba de modo tan admirable Herman Hess con aquellos versos.

“Extraño caminar en la niebla; /La vida es soledad./Los hombres no se conocen :/ todos están solos.”

Soledad profunda del hombre anticipo de esa soledad del hades, del sehol o del infierno, como prefiramos. La soledad de una cruel sonrisa cuyo rostro negro e informe se presenta como nada, vacío, y fracaso. Nada amigo, me aconseja el racionalista, no caigas en el error  de pensar la muerte piensa solo en la vida.

2.- LA  MUERTE DE NUESTROS SERES QUERIDOS.

Pero  es imposible tratar de eludirla no pensando en ella. La razón es clara, de la muerte no solo tenemos un conocimiento nocional, o sea, la muerte real no es siempre la de los otros. La muerte  revela su faz más dolorosa en la muerte de un ser amado. La muerte de la persona que amamos es ya  la nuestra. En su partida la muerte   nos toca, nos hiere  y hace que sangre el alma. Entonces sentimos que las campanas doblan por nosotros, parafraseando a John Done. Cuando alguien que amamos profundamente se nos va, la razón geométrica, instrumental, científica y pura  se quiebra. Esa razón ni da esperanza, ni consuela, ni nada de nada, solo hace referencia a puras banalidades que terminan por dañarnos más aún. Aquí solo queda espacio para esas razones del corazón de las que hablaba Pascal. Es en la muerte de la persona que amamos profundamente cuando experimentamos que el mundo se resquebraja a nuestros pies. La muerte de un hijo, un esposo, un padre, un hermano o un amigo íntimo hacen que la muerte nos sujete fuertemente la cara impidiendo que giremos la cabeza para otro lado. La muerte entonces nos arranca un trozo de ser, y de repente sentimos que su muerte nos mata.Ya lo decía ese filósofo- poeta  Unamuno: “cuando se muere alguien que nos sueña, se muere una parte de nosotros”.

Ante la muerte de un ser amado, ante el vacío que deja la huella de su ser ausente, uno grita o se pregunta, se abre o se cierra a la esperanza, se cae o se levanta, busca el consuelo o se enroca en sí mismo. Cada persona  lo vive  y lo muere de un modo determinado, único e intransferible. Pero nadie permanece impasible en su interior por mucho que se sintiese discípulo de Epicuro, como aquel Antonio Machado que,  aunque   ejercitado en todo tipo de ataraxia sintió como se le resquebrajaba el alma ante la muerte de su amada Leonor. Y aquí , aunque no se viva del mismo modo la partida del ser querido, de algún modo, los creyentes e increyentes nos damos la mano,  o es que acaso no lloró el mismo el mismo Jesús ante la muerte de su amigo Lázaro. Si hay amor hay dolor, si no por el difunto, al menos por nuestra propia soledad.

3.- LA RAZÓN CORDIAL O EL CAMINO DEL CORAZÓN.

Ya que estamos en el atrio de los gentiles, qué mejor atrio que aquel en el que todo hombre tendrá que hacer parada. Hagamos un ejercicio mayéutico, si Sócrates nos invitaba a buscar dentro de nosotros siguiendo a la razón allá donde nos llevase, sigamos en este tema al corazón. Aquí no recurriré a la razón metafísica que busca universales, sino a la razón poética de la que hablaba María Zambrano, una razón cordial y narrativa,que sumerge al pensamiento en los sentimientos más profundos. Esa razón que hablando al centro de mi yo la entiendo porque me entiende.  Como dijo el Principito las cosas esenciales solo se ven con el corazón

Para seguir a esa razón cordial no está demás que atendamos al consejo de Karl Rahner: “Hay cosas que solo podemos vivir si tenemos un corazón salvo y humilde y nos acostumbramos a ver lo que está sustraído a la mirada del superficial y del impaciente”. Ante la muerte de un ser querido no vale ninguna impaciencia  y menos aún la superficialidad.

La muerte es  amiga del olvido y  enemiga del recuerdo. No resulta extraño que Mauriac dijese que es la vida la que nos roba a nuestros seres queridos, pero no la muerte, pues ésta nos los inmortaliza en el recuerdo.  Quién no ha recibido alguna vez  el consejo: “mientras tú los recuerdes ellos no morirán”. La vida de los muertos permanece en la memoria de los vivos afirmaban los clásicos. Sí, pero ¿eso es todo? Una muerte vencida temporalmente por el recuerdo, pero finalmente triunfante por el decurrir del tiempo que, como  el dios Cronos, siempre termina devorando a sus hijos. Me vienen a la imagen  esos viejos mausoleos  de los cementerios símbolos del perenne recuerdo que no deja de ser la antesala del olvido. Pienso que no es así y creo que no es así.” Porque quieres pensar y creer que no es así”,  dice el escéptico que anida en mi hemisferio cerebral izquierdo, sí y no, le respondo. Sí, porque creer tiene que ver mucho con querer creer como dijera Unamuno, y no, porque hay algo en el hondón del alma incompatible con la muerte total, se trata de la lógica del amor. El abocamiento a una nada definitiva contradice al amor en su núcleo más íntimo. Y cómo no, además de todo esto, conozco a Alguien que en su muerte venció a la muerte abriendo las puertas de la eternidad.

4.- LA LÓGICA DEL AMOR.

Se  dice en el Cantar de los Cantares que “el amor sea tan fuerte como la muerte”, pero  la historia de Jesucristo revela que  la fuerza del amor es aún mayor, aquel joven hebreo reveló que“el amor es más fuerte que la muerte”. El gran misterio oculto y ahora desvelado es que el amor está en el hondón de toda la realidad,  que es su fundamento, su motor  y su sentido. En la tradición cristiana el amor califica al mismo Dios, y Dios ha hablado. Sí,  pues muchos parecen sordos, replica el escéptico que llevo dentro. La respuesta, sin embargo, no se hace esperar. No están sordos, están llenos de ruidos. A  Dios primero se le  experimenta como silencio, solo entonces  puede escucharse la palabra que nace del silencio.Si seguimos el camino que lleva al interior terminaremos descubriendo aquello que los poetas, como espeleólogos del  alma, descubrieron. De hecho cuando  prestamos oído sus palabras generan un eco que hacen resonar las fibras de nuestras almas. Qué experimentamos, si no, cuando escuchamos a  Novalis decir que en lo más íntimo se haya la eternidad de los mundos, el pasado y el futuro. O la voz de Carlyle que como una especie de brisa suave susurra:el hombre trae reclusa en el alma una eternidad; o cuando Amado Nervo desvelaba el secreto: el alma es un vaso que solo se llena con la inmortalidad. Resuena aquí la voz del converso San Agustín al hablar de la divinidad habitando en lo más íntimo de nuestro ser, o de esa inquietud, de esa sed del alma que solo Dios puede calmar.

 El amor que vivimos, sentimos y experimentamos es una muestra en lo mortal de la inmortalidad.  Como nos afirmara Gabriel Marcel, la lógica del amor nos enseña que amar a alguien es decir: ¡Tú no morirás! El amor funda siempre una especie de inmortalidad, o sea la inmortalidad nace del amor más que de un rasgo que por naturaleza tenga el hombre. Si existe algo así como el amor, este es un signo en lo mortal de la inmortalidad, dado que todo amor vivido nace de la fuente del amor, en esto coinciden, por ejemplo, el apóstol San Juan y Pessoa, nada de esto es,pues, casualidad. Obviamente nuestro amor tomado en sí mismo solo es un grito irrealizable. Pero el amor unido al poder divino funda la inmortalidad. En Cristo se ha  desvelado un amor total, definitivo, eterno. El que ha amado a todos, en su amor ha fundado para todos la inmortalidad. Su resurrección es nuestra vida. Por eso podemos decir que es Cristo el que ha resucitado a la eternidad del amor como expresó Ratzinger.

4.- ¿LOS VEREMOS DE NUEVO?

Hemos seguido el camino del corazón que nos ha llevado a la lógica del amor. Ciertamente aquí se desbordan los límites de la pura razón, pero  también es cierto que el que abra su mente  comprenderá cada vez más lo razonable de  la fe en el amor que ha vencido a la muerte. La muerte pierde su aguijón al desvelarse como  la estrella vespertina de lo eterno. La muerte nos despoja del inútil equipaje de lo que poseemos para dejarnos en la libertad de lo que somos. Ligeros de equipaje, como dijo el poeta, llevaremos nuestro ser, el ser que hemos ido forjando a lo largo de nuestro peregrinar histórico, en lo bueno y en lo malo. Entonces“la muerte con la potencia del rayo de sol, toca la carne y despierta el alma” (Robert Browning).

Cuando pensamos en nuestros seres queridos,   comprenderemos que la voz la calló la muerte,  pero que nuestro corazón y su corazón siguen hablando (Tagore).Ellos  nacieron para morir, pero murieron para vivir. Toda historia de  amor verdadero nos acerca a la eternidad y es la fuerza de ese amor la que nos permite vislumbrar el encuentro definitivo en el futuro eterno. Cada paso que demos guiados por el corazón  nos  encamina hacia la inmortalidad. No hablamos de consuelo, no, no se trata de un  bálsamo que ayude a calmar y cicatrizar las heridas ocasionadas por la pérdida del ser querido. No, hablamos del misterio del amor, y el amor siempre apunta a la plenitud. Es la lógica del amor la que nos muestra que es más fuerte que la muerte.

Al final de “Los Hermanos Karamazov” Dostoievski  narra cómo después del funeral de Iliúshechka, los propios niños que lo mataron a pedradas firman un acuerdo:

 “Convengamos aquí, dice el jefe de la pandilla, junto a estas piedras, en primer lugar que jamás olvidaremos a Iliúshechka, y, en segundo lugar que jamás nos olvidaremos los unos de los otros…¡Niños, oh, queridos amigos no teman a la vida!

-¡Memoria eterna para el pequeño muerto! Añadió emocionado.

Karamazov!, gritó, ¿Es verdad, como dice la religión, que resucitaremos de entre los muertos, que volveremos a vernos los unos a los otros, y también a Iliúshechka?

Resucitaremos sin falta, nos veremos sin falta, y con gozo y alegría nos contaremos lo que nos haya sucedido…Así que ¡en marcha ya! ¡Ahora vamos de la mano!”

Somos peregrinos hacia la eternidad, inmortales que  vamos de paso. Pero no olvidemos que vamos de la mano, somos responsables los unos de los otros.  El Dios –Amor más fuerte que la muerte volverá a reunirnos. Este es el final de aquella evolución que comenzó con la cosmogénesis y finalizará cuando el bios (la vida biológica mortal)dé paso, por la atracción del Amor, al zoe (la vida definitiva) como de modo tan certero vislumbro Teilhard de Chardin. Algunos pueden decir: pero  desgraciadamente yo no creo. Si es así al menos intenta vivir el amor, pues es un bello modo de vivir. Si lo haces y comienzas a buscar el fundamento de todo amor de seguro que ya lo habrás encontrado, solo restará el buen día que te des cuenta.

Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote y Profesor de Religión

 

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